Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
TRAS el llanto por el derrumbe del edificio número 4 de la plaza de las Monjas, volví a recorrer el casco antiguo. E histórico y monumental… y "Toma el dinero y corre" que rezaba el título de Woody Allen. Lástima que el incompetente atracador Starkwell esté solo en la prisión del Estado de la fantasía animada de ayer y hoy de Hollywood. Ayer y hoy en Huelva es prácticamente lo mismo. Es lo mismo. Y da igual. Fantasía animada.
No sabía si tirar por la derecha o izquierda de la plaza eje de la Huelva moderna que quiere categorizar los carnavales como elemento cultural indispensable y arruinar sus edificios de méritos; o tomar rumbo al norte o al sur, puntos cardinales que quieren independizarse y abandonar el centro por declaración patrimonial e higiénica (de la Unesco y WWF Adena) Daba igual el rumbo a elegir. Estaba convencida de que cualquier camino me haría perder el norte, el de la razón.
El fachismo es el arte de conservar fachadas de edificio que según principios arquitectónicos y estéticos merecen su mantenimiento frente a un interior, presumiblemente, imposible de salvaguardar. Olvídense los malintencionados de que el fachismo se refiera a esa religión militante de los ultra conservadores. Del este y el oeste. El fachismo es una virtud pulcra, una actitud benefactora con el patrimonio, una aptitud de pensamiento y obra de algunos que son más bien pocos para especular más.
El fachismo ha funcionado con respeto y buena lidia en algunas calles de Huelva, de ese centro histórico que pretendemos equiparar con las grandes ciudades españolas. En la calle Vázquez López y Ricos el fachismo ha triunfado con disimulo. Sin embargo, con mayor descaro ha militado "el recuerdo a lo que hubo", un "fachismo tímido y envolvente" donde la declaración del restauro se lo ha pasado constructor, arquitecto, promotor y firmante de licencias por el mismo hueco de la cercha superior del bolsillo derecho. Lo más aristocrático de la burguesía de comienzos del XX ha sobrevivido a la flagelación meditada de la piqueta. Me desmorono cuando sólo encuentro residuos de los balcones del antiguo edificio del consulado alemán, en la avenida, qué casualidad, de Italia. Qué pena que ni el fachismo ni la razón dejó en pié algunos edificios de esta calle.
Penetro por Rascón. Adiós, ejemplares interesantes, adiós. Y en Marina, Méndez Núñez. Mejor olvidarlos. Para qué recordar, si no tuvimos voluntad de dejarlos en pié. Aquí, en Rascón, me encuentro con la mayor de las estupideces que nos podemos topar hoy en día en la ciudad. ¡Se ha respetado una fachada, en la esquina del primer tramo, que el único valor arquitectónico que tiene es el no haberlo conocido jamás! Señor del Calvario, que pronto te veremos por las calles, dime si es verdad que esa casa merece conservarse como algún día se edificó. Dime, despiértame del dolor, por qué se conserva y la de Pérez Carasa en San José te acompaña en sufrimiento. Calvario. Judíos. Sanedrín. Prendimiento. Romanos. Dimas. Pilatos. Gestas. Abstinencia. Dolor.
Marcho, arrastrando mi pesar, a Rábida serpenteando Hernán Cortés, Gobernador Alonso y Murillo. Pasteles del desaparecido Jorva contemplo en la esquina, pero sin su crema. Parecerse no es ser igual. Se aguanta el tipo. Ah, eso sí, el cine Rábida guarda la línea. Pero le encantaría estar como el descomunal zampabollos de El sentido de la vida, de Terry Jones. Una pastillita para la digestión tras ingerir todo, lo que se dice todo, y explotar. Calle abajo. La gasolinera de Galp, burdo reflejo de la de Campsa de Herrero Ayllón a modo tridimensional del logo AVE. Brontosaurio con piscina interior se construye a su vera, a la verita suya. Admiro al que se halla hipotecado hasta los huesos dándose de bruces con las viseras de hormigón de la petrolera portuguesa. Un acierto urbanístico y arquitectónico de primer orden. De regional, y no preferente.
A quien pueda interesar (con o sin intereses) ¿me quieren decir por qué se mantiene esa fachada de Rascón, qué valor arquitectónico atesora? Por si fuera poco su feismo, ahoga la calle hasta el síndrome ¡basta! Sin contar que aparcar y andar por la calzada es deporte constitucional. Pido a los gendarmes locales o a los gorrillas oficiales o importados por la crisis del Dorado español, que por salud y cuestiones laborales, pluriempleo de una, multen a los cientos de coches que aparcan en esta y adyacentes calles peatonales de fluida circulación. Aún quedan muchos días para las elecciones, y multar, seguro, aún no resta votos.
Ahora bien, señores con intereses virtuales (de virtud) en el patrimonio onubense, creo, estimo con propiedad, que sería maravilloso poner en pie el castillo de Huelva. Levantémoslo, demos gracias al Señor por reconstruir una historia gloriosa de Huelva. Sería muy interesante, e instructivo, que reedificáramos el castillo flanqueándolo con hermosas esculturas de la bruja de Blancanieves y la Bella Durmiente. Jeff Koons, mi preferido. Los directivos de Disney estarían interesados en el espectáculo de luz y color.
Menos mal la crisis. Menos mal. Prefiero que me tiren lo poco que nos queda que se inventen lo poco que tuvimos. Como Altolaguirre, quiero vivir para siempre en ciudad de tres ventanas, pobre, subvencionada, pero honesta, donde tres luces distintas den una luz a mi alma.
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