El otro verano

Con un puñado de tierra entre las manos se tomarían más decisiones sobre el planeta

Detrás de su casa podía ver el humo del último incendio del verano. Suma y sigue. Monte quemado. Y en la tablet que tenía entre sus manos aún parpadeaba la noticia que estaba ojeando: el informe recién sacado del horno (muy apropiada la metáfora) del panel de expertos de la ONU sobre el cambio climático. Un informe que volvía a subrayar las mismas conclusiones que en el 2013: calentamiento, crisis climática, aumento del nivel del mar, fenómenos atmosféricos extremos…

Todo eso queda muy lejos… ¿seguro? El incendio lo tenía detrás del cogote. Tal vez no tenga que ver con el cambio climático, claro. ¿Tampoco el de Grecia? Temperaturas extremas durante mucho tiempo. ¿El de Grecia sí? Tiene un compañero de trabajo que procede de allí. Le estuvo contando que la familia, los amigos, están desolados. El impacto ambiental también lo es económico. Mucha gente quedará sin posibilidades de subsistir. No queda tan lejos entonces.

Todo va muy rápido, pero aún están en las retinas las lluvias torrenciales de Alemania, India o China, o Australia; la ola de calor en Canadá, que dejó más de 100 cadáveres; o los incendios en Turquí, Grecia, Estados Unidos; o las terribles sequías que asolan países como Somalia o Etiopía.

Los refugiados climáticos no han dejado de crecer en los últimos años: huyen de la hambruna, de las inundaciones, de la desertización, de las zonas incendiadas… Apagó la tablet. No quería seguir pensando más. Bastante tenía con mantener su explotación agrícola, campaña a campaña, subvención a subvención, PAC a PAC. El campo se había convertido en un negocio más plegado a la especulación y al productivismo. Y él seguía considerándose un agricultor: le gustaba todo eso de alimentar al mundo.

Volvió a mirar en dirección al incendio. No iba a llegar a sus tierras, y además ya lo tenía todo recogido. Seguía dando vueltas al informe que acababa de leer. Si lo hubiera leído él, un pequeño agricultor de un pueblo al sur del sur… también lo habrán leído los que toman decisiones, los que hacen leyes, los que pueden poner freno al ecocidio. ¿Harían algo? ¿Estarían preocupados? Se agachó y tomó un puñado de tierra del suelo. Era una idea absurda, pero estaba convencido de que con un puñado de tierra entre las manos se tomarían más y mejores decisiones sobre el planeta.

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