El otro verano

Vino a España atraído por el sueño del paraíso occidental y encontró pobreza, racismo y trabajos basura

Hoy hace calor, un calor agobiante en la playa, gente tumbada en la orilla, niños jugando en la arena, jóvenes bañándose y refrescándose en el agua salada... Y Joao caminando con su mercancía a cuestas. El año pasado, con las restricciones, no podía vender los refrescos, las cervezas y los paquetes de patatas, este año ha aprendido y va cargado de pareos, gafas de sol y vestidos vaporosos. Desde que llegó a España, los veranos son el calor, la playa y el sudor, andar por la arena caliente, vocear la mercancía y esperar que algún turista le haga un seña con la mano y se ponga a regatear con él sobre el precio de las cosas. Al principio Joao se enfadaba, ahora ya ha aprendido y pide más de lo que piensa cobrar para poder recibir la cantidad justa, trucos de vendedor experimentado.

Cuando llegó a España venía atraído por el sueño del paraíso occidental. Las imágenes que recibía en su televisión hablaban de felicidad, riqueza y trabajo. Sin embargo aquí sólo encontró pobreza, hacinamiento, racismo y trabajos basura que le permitían subsistir: primero en el campo y ahora de vendedor ambulante en las playas, en los mercadillos o en medio de los paseos marítimos. Antes apenas si tenía problemas pero ahora andaba escondiéndose por si la policía le pedía papeles o le retiraban la mercancía. A pesar de la pobreza en la que vivía no quería volver a Senegal. En su país las guerras, el odio tribal, las enfermedades y la miseria eran aún mayor que aquí. Joao sonríe, una señora le ha pedido precio por un pareo, ha empezado el regateo y ya sabe que va a conseguir vender el artículo. Hoy ya ha vendido tres. Hace unos años vendía más. Al menos hoy podría comer algún bocadillo.

Joao recuerda que el otro día un bañista le dijo que no se podía quejar, que al menos estaba en la playa, como de vacaciones. Joao sonrió y siguió voceando su mercancía. Desde que llegó a España no ha conocido vacaciones, ni siquiera ha podido quedarse un día en la cama, siempre buscándose la vida, siempre trabajando, siempre pateándose las calles. Cómo envidiaba a esos turistas sentados en la tumbona, leyendo un libro, embadurnados de crema, tostándose al sol. Le gustaría experimentar sólo por una vez esa sensación de ocio, de descanso, de disfrute. Joao vuelve a sonreír, se dice que lo va a lograr, que algún día él también estará tumbado al sol, leyendo un buen libro y zambulléndose en el agua salada.

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