Notas al margen
David Fernández
Los reyes del eufemismo
Hemos dejado atrás ya las navidades, con sus buenas dosis de banquetes, dulces, salidas extraordinarias, cabalgatas y regalos. Y toca volver a la realidad: los bombardeos no han cesado; las fronteras han seguido arrojando sus cadáveres puntualmente; las hambrunas y las sequías han agotado las vidas de niños y ancianos; la violencia de las bandas, de los ejércitos, de los agresores sexuales, ha golpeado aquí y allá, siempre a los más débiles. El mundo se ha puesto jodidamente complicado, con una geopolítica que nos ha convencido, a la gente de a pie, de que no hay nada, nada, que podamos hacer. De que el mundo es así, y seguirá así por mucho que nos empeñemos en cambiarlo.
Hemos dejado atrás ya las navidades. Y toca volver a la calle, a las fábricas, a las escuelas. En todos esos lugares la mayoría de las personas son gente de bien, gente que no quiere hacer la guerra, ni golpear a sus iguales, ni talar árboles o exterminar ecosistemas. Gente de bien. Y aún así viven en un mundo mayoritariamente dominado por los valores opuestos. Una minoría ha convencido al resto de que la violencia y el enfrentamiento es el tipo de sociedad que queremos. Y lo ha hecho de forma bastante convincente. Sin duda.
Hemos dejado atrás ya las navidades. Y convendría recordarnos que este mundo que habitamos se conforma, principalmente, con nuestras voluntades, con nuestra visión del futuro. Somos, los humanos, la especia dominante: hace ya bastante tiempo que controlamos y decidimos el futuro del resto de las especies, marcamos sus espacios, las enjaulamos, las extinguimos. Nosotros escribimos el presente y el futuro. Pero algo más: se ha demostrado muchas veces a lo largo de la historia que las voluntades que controlan el mundo pueden modificarse, si una masa crítica suficiente de gente consigue hacer oír su voz, y convierte sus reclamos en historia. Piense un poco y encontrarán mil ejemplos.
Hemos dejado atrás ya las navidades. Y no hay nada que obligue a los seres humanos a seguir sosteniendo un mundo de guerras, hambrunas, agresiones, exterminio, dominación y odio al diferente. Nada. Si una mayoría de los seres humanos deciden que es preferible vivir acogiendo, respetando, cooperando y cuidando, entonces la historia tendrá que plegarse a esa voluntad de las mayorías. La historia, desde hace mucho, se ha ido construyendo con sueños.
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