Entre túnicas

M. CARMEN CÓRDOBA

Tal como somos, sin tapujos

Alo largo de la historia, los cristianos han sufrido múltiples persecuciones con torturas, ejecuciones y martirios, siendo en el año 303, cuando el emperador romano Diocleciano ordenaba a través de un edicto la persecución oficial, con la destrucción de sus iglesias y escrituras, donde ciudades enteras fueron arrasadas. Sin embargo, el cristianismo sobrevivió a este acoso implacable al que se vio sometido.

Hoy en día se están viviendo acontecimientos absurdos, utilizando nuestras tradiciones para empobrecerlas, dentro de esa libertad religiosa y democrática en la que se basan algunos, infravalorando nuestras creencias, llegando incluso a hechos irrespetuosos y ofensivos. En defensa de este laicismo que se proclama, en nombre de esta corriente imperante en la actualidad, se han excluido las cruces en muchos colegios, se eliminan Belenes navideños, se convierten los Reyes Magos en figuras desvirtuadas, se abordan capillas, se blasfema la oración del Padre Nuestro, se presentan medidas incoherentes en contra de la Iglesia y de las cofradías, como eliminar nombres de calles, como se ha intentado con el de Santa Ángela en la ciudad vecina, cuando fue un ayuntamiento, por aquel entonces republicano, quien decidió rotular una calle en su nombre, y hoy, coincidiendo con el aniversario de su muerte, un 2 de marzo de 1932, debemos mostrarnos fuertes en nuestra fe, porque siempre debe imperar el respeto y la tolerancia hacia las creencias de los demás.

Nuestra fe tiene que estar por encima de todo, nadie nos debe quitar lo que somos, lo que sentimos, nuestros signos externos, ritos, convencimientos, nuestro credo y religión. Nada nos debe cambiar, y es difícil en este mundo desangelado, incluso en nuestro entorno, pudiendo sufrir burlas de todo tipo. Y, aquí es donde debemos mostrarnos tal como somos, sin corazas. Y nosotros los cofrades, podemos demostrarlo, transmitiendo nuestra fe de forma valiente y comprometida, y, a través de las hermandades, como asociaciones públicas de fieles que son, poder llevar nuestras convicciones a los demás, y cuando hagamos nuestra Estación de Penitencia, dar ejemplo, haciendo manifestación pública de fe. Con ese andar diferente, con la forma de mirar a Dios y a su Madre, absortos en la contemplación de nuestros titulares, podemos ser capaces de llegar, de transmitir nuestros sentimientos, proclamando a los cuatro vientos, que estamos comprometidos con nuestra fe cristiana.

Nada nos debe cambiar, debemos presentarnos tal como somos, sin tapujos, viviendo en el amor, con alegría, que nuestras oraciones lleguen a todos los más necesitados, a los que aún en el siglo XXI continúan siendo perseguidos y calumniados, hasta alcanzar la muerte por confesar que son cristianos. Desde nuestras gargantas debe salir un grito a la esperanza, ante tantos radicalismos absurdos, proclamar nuestra oración de fe, el Padre nuestro, como Él nos enseñó, por cada una de esas víctimas que están soportando el peso de su Cruz por defender su credo. Y, así, quedémonos con la lectura del segundo domingo de Cuaresma: "Ahora lo repito con lágrimas en los ojos hay muchos que andan como enemigos de la Cruz de Cristo, su paradero es la perdición, sólo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del Cielo, de donde aguardamos un Salvador, el Señor Jesucristo".

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