Los sueños, sueños son

02 de octubre 2025 - 03:07

Cada mañana al despertar, después de una noche atormentada por sueños dignos de una película de terror, donde se mezclan Paco, el frutero de la esquina, mi padre y un león que, tras arrancarnos de un mordisco las orejas, decide hacerse nuestro amigo y llevarnos de pinchos por Bilbao, siempre recuerdo que hay gente que se dedica a interpretar los sueños y se lo creen.

La oniromancia es una antigua práctica que consiste en predecir el futuro interpretando los sueños. La palabra proviene del griego oneiros (sueño) y manteia (adivinación). Aunque tiene raíces en civilizaciones como la babilónica y la egipcia, la creencia de que los sueños son portadores de mensajes premonitorios no tiene base científica.

Siento la decepción, si has soñado que se te caían los dientes no significa que tengas miedo a envejecer, ni soñar con serpientes está relacionado con la traición.

Son asociaciones culturales sin base científica. Lo que sí sabemos es que durante la fase REM se procesan recuerdos y emociones, por lo que muchos sueños son resultado de estímulos aleatorios del cerebro que intentamos hilar con lógica narrativa, aunque de lógica tiene más bien poca.

Hay psicoanalistas que, siguiendo la línea de Freud o Jung, dan un valor simbólico a los sueños como proyección del inconsciente. Incluso hay webs, líneas de teléfono y hasta apps que te “interpretan” el sueño del día como si fuera el horóscopo.

Los sueños lúcidos, cuando eres consciente de que sueñas y puedes manipular el sueño, sí se han estudiado científicamente y están bastante documentados. Hay un fenómeno llamado “incorporación onírica”: si tienes sed y no bebes antes de dormir, puedes soñar con ríos o con beber agua. O si suena el despertador, tu cerebro puede meterlo en la trama del sueño.

Si hablamos de literatura, la oniromancia se ha convertido casi en un género propio: existen miles de títulos con diccionarios de sueños que prometen respuestas rápidas del estilo “soñar con agua significa fertilidad”. El gran salto llegó con Freud, que en La interpretación de los sueños (1900) popularizó la idea de que estos desvelan deseos reprimidos. Décadas después, Jung profundizó en esa senda con El hombre y sus símbolos (1964), centrado en los arquetipos universales. Desde entonces, la producción no ha parado: estanterías llenas de manuales modernos que oscilan entre la autoayuda y lo esotérico.

Samuel Johnson, escritor británico, decía que “los sueños son burbujas de la imaginación, sopladas mientras dormimos”: yo sólo pido soñar que duermo, y dormir soñando que no tengo que interpretar lo que sueño. ¡Feliz jueves!

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