Alas de mariposa

El síndrome de la hoja en blanco

Mi sistema límbico me la está jugando con tanto estrés y ello dificulta que mi córtex cerebral esté activo

Llevo unos días sufriendo el síndrome de la hoja en blanco. Me siento a escribir y no soy capaz de teclear ni el abecedario. Me consuela pensar que es algo muy frecuente, que les ha pasado al 99% de los escritores que adoramos, A TODOS, pero me fastidia y me provoca mucha ansiedad.

Soy muy consciente de que mi sistema límbico me la está jugando con tanto estrés y ello dificulta que mi córtex cerebral esté activo. Por tanto, mi creatividad está amordazada, y esta mordaza la siento en mi propia boca arenosa, sedienta de líneas, de palabras verdaderas, que las otras no me importan.

Sé qué es lo que me pasa. Aunque suene muy confuso, por mi cabeza pasan mil ideas que podría desarrollar. Se me mezclan el dolor, el placer, la incertidumbre, la certeza, la felicidad que solo sonríe en el espejo, las fallidas vacaciones, la familia que no lo es, los amigos que lo son, el amor que nunca llega, el amor que llega y temo, la belleza de la danza, el calor infernal de estos días, los amigos ausentes, los que llegan a casa y se van, la naturaleza muriendo bajo la guillotina implacable de las llamas, la música, - siempre fiel compañera -, refugio impecable. La guerra… Sigo "tomando la sombra", que a las blancuchas como yo los dioses nos tiene prohibido el sol, de tal forma que a mi solárium le llamo "sombrarium", palabro indecente que añadí hace tiempo a mi vocabulario. Y así, tumbada bajo la luz de la noche, las ideas se me amontonan, me golpean, me llaman torpe y me sacan la lengua. Hacen la tortuga y golpean con el ariete hasta asaltar el castillo que soy y resisto. Necesito comunicar y despresurizar, como una olla express. Alguien tenía que escribir algún día sobre la hoja en blanco. Me decido. Es absurdo y contradictorio.

La hoja en blanco me produce una "fata Morgana" literaria, en donde mezclo mis espejismos sin orden ni criterio y saltan chispas de la cabeza y del corazón. Relajación. Respiraciones profundas. Cambiar de actividad. Un nuevo asalto. ¿Y si pudiéramos comunicarnos sin vernos, sin pronunciar ni escribir palabra alguna, solo pensándonos? Sabría justo qué sientes; sabrías lo que siento.

Desecho la idea ipso facto. Me estaría perdiendo tu voz, tu gesto, tu perfume, tu mirada, tu risa, tus arrugas… y a estas alturas, no quiero perderme nada. Acepto seguir blanca de piel y de palabras, como una sirenita en bañera de piso de extrarradio, pero contigo.

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