¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
Al presidente Juanma Moreno no le gusta nada que se le recuerde el PIB per cápita de los andaluces. Es más, le produce una enorme desazón. Volvió a demostrarlo la semana pasada en el acto de presentación de El Conciso, el diario económico que acaba de lanzar el Grupo Joly, editor de este periódico. El tema se citó de pasada en una intervención en la tribuna y cuando le tocó el turno de palabra criticó que se utilizara ese indicador y lo refutó como poco o nada ilustrativo de la situación de una economía. La razón es bien sencilla: Andalucía tiene el peor dato de PIB per cápita de todas las comunidades españolas. Aunque nunca estuvo muy boyante, se hundió al último puesto de la clasificación ya con Juanma Moreno de presidente y desde entonces no logra mejorarlo. Es uno de los pocos indicadores que se le resisten y parece lógico que le haya cogido manía. Prefiere esgrimir empleo, creación de empresas o llegada de turistas, que tienen cifras que le sonríen más.
Moreno argumenta, en eso no le falta razón, que el PIB per cápita resulta de la división aritmética de la riqueza de un país entre su número de habitantes y que Andalucía tiene una población numerosa y en alza que condiciona ese dato. También aduce que si se coge ese indicador Luxemburgo o Singapur están por encima de economías mucho más potentes como Estados Unidos, China o Reino Unido.
No le falta la razón al presidente de la Junta. Aunque prefiera dejar de lado que el PIB per cápita es el dato que se utiliza como referencia del bienestar económico y social de una comunidad y que si se producen, como ocurre ahora en Andalucía, incrementos del PIB que no mejoran su distribución por habitante significa que ese crecimiento está lejos de repercutir en una mejora sustancial de las condiciones de vida. Una cosa es la riqueza que produce un país y otra cómo se reparte territorialmente. El PIB per cápita de un madrileño supera en 20.000 euros al año al de un andaluz, según publicó ayer el INE. Se dice pronto.
El dato debe servir para tomar conciencia que, más allá de cualquier triunfalismo, a Andalucía le queda todavía mucho por hacer. Es tan evidente como reconocer que bastantes cosas han empezado a cambiar en los últimos años y que lo han hecho a mejor.
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