
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Ritual
Pistoletazo de salida para las comuniones, bodas, romerías y ferias. Con una mano nos hemos quitado la mantilla y el capirote y con la otra ya nos estamos poniendo la flor en el moño, mientras nos tomamos un rebujito con la tapita de jamón.
Yo normalmente veo los toros desde la barrera, no he ido a muchas celebraciones y en la medida de lo posible intento librarme. Pero este año no hay escapatoria: en dos meses tengo dos comuniones y dos bodas.
Tendría que estar prohibido celebrar una boda después de los cuarenta, ¿a cuento de qué? El cerebro humano termina de desarrollarse alrededor de los 25 años, especialmente la parte del cortex prefrontal, que es clave para el juicio, la toma de decisiones, el autocontrol y la planificación. Con estas edades está justificado, el cerebro está aún fresquito y no se piensa con claridad. Pero si tienes más de cuarenta, después de pasar por el ayuntamiento, coge a tus padres y a tus dos amigos y los invitas a comer; no hay necesidad de montar ninguna catetada con fotocol ni obligar a tu tía Remedios a que se ponga unas gafas gigantes con bigote para la foto.
Los únicos que tienen todo mi respeto son mis amigos Chema y Pedro: ellos cada año celebran algo, y todos estamos ansiosos y expectantes por saber la fecha del próximo evento. Da igual el motivo: un 50 cumpleaños, un aniversario de boda, que mercurio está retrógrado, que Pedro se ha puesto rubio o que Chema vio una estrella fugaz la otra noche. ¡Pues se hace una fiesta por todo lo alto! Con catering, cuerpo de baile, montaditos de lomo de madrugada y barra libre: una no-boda que parece una boda pero sin apostar con tu prima cuánto les durará el amor. ¿Sabéis que en España alrededor del 60% de los matrimonios acaban en divorcio? Es un dato para reflexionar…
Como os iba contando, Pedro y Chema son nuestros novios eternos. Su amor debería durar toda la vida, porque tienen un superpoder: juntar a las personas. Si no fuera por sus fiestas, no veríamos a amigas y amigos con los que no solemos coincidir. La vida nos arrastra como un torbellino; el trabajo, la familia, las obligaciones… Y a veces dejamos de ver a personas que queremos.
Pero ahí están ellos, recordándonos que no debemos perder el norte. Ese norte que nos orienta hacia lo que de verdad importa: la familia que elegimos. Ellos hacen una labor social en toda regla, tejiendo vínculos, reuniendo corazones, creando momentos que se convierten en recuerdos maravillosos.
Porque sus fiestas no son solo fiestas: son refugios, son excusas perfectas para pintarse los labios, para abrazarse fuerte y para ponerse al día con personas que hace tiempo que no veías.
Ellos celebran la vida, celebran el amor, los “porque sí” y hasta los “porque ya era hora”. Y gracias a eso, los demás también aprendemos a celebrar más, a buscar motivos donde antes veíamos excusas. Porque con ellos, todo parece más fácil. Porque su alegría es contagiosa. Y porque, en el fondo, todos queremos una vida con más brindis y un poco de purpurina. ¡Vivan los novios!
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