
Vía Augusta
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El Malacate
LA Rábida debe ser declarada Patrimonio de la Humanidad. Ha llegado el momento. Hay que abordar ya una deuda incomprensible con uno de los lugares más significativos de la Historia. Por su valor histórico y por el simbolismo que tiene, incluso en nuestros días, debe obtener el reconocimiento para que se conserve y perdure con el paso de los tiempos.
Ya se dieron avances importantes en el pasado reciente. Desde el 29 de enero de 2016, el monasterio de Santa María de La Rábida y los Lugares Colombinos están incluidos en la Lista Indicativa de España en la Unesco, las candidaturas seleccionadas a nivel estatal para que en algún momento puedan ser presentadas formalmente ante la Unesco para ser Patrimonio Mundial. El requisito mínimo es que permanezcan en ese escalón previo un año. En nuestro caso, vamos camino de diez. ¿Y por qué no se avanza entonces? Seguramente porque hay deficiencias en la candidatura que la desestimarán a las primeras de cambio.
En aquel expediente impulsado desde la Diputación se abría en torno a La Rábida una amplia representación de espacios relacionados con la figura de Cristóbal Colón y la gesta descubridora de 1492. Hasta 14 puntos se contemplan, de Palos de la Frontera, pero también de Moguer, de Huelva capital y de San Juan del Puerto. Todo el entorno colombino en su máxima extensión. Y ahí es donde los expertos encuentran mayores dificultades.
Esos 13 bienes recogidos junto al monasterio de La Rábida son: la Columna del IV Centenario en el mismo paraje; la iglesia de San Jorge, La Fontanilla, la Casa de Martín Alonso Pinzón y el Puerto histórico de Palos, en la localidad palerma; el Monasterio de Santa Clara, el Convento de San Francisco, la Casa Museo Zenobia Camprubí-Juan Ramón Jiménez y el Puerto histórico de Moguer, en el municipio moguereño; el Santuario de Nuestra Señora de la Cinta, la Casa Colón y el Monumento a Colón de la Punta del Sebo, en Huelva capital; y el Puerto histórico de San Juan del Puerto, en el municipio sanjuanero. Sin restarle reconocimiento a ninguno de ellos, objetivamente puede ponerse en cuestión la presencia de algunos de estos lugares por diferentes causas fácilmente detectables. Y también lo aprecian así quienes deben evaluar y aprobar uno de los procesos más laboriosos y exigentes que hay en el mundo en materia cultural. Por eso sería lógico que no haya pasado la candidatura de esa Lista Indicativa, que, dicho sea de paso, ya es todo un logro.
¿Quiere decir esto que ahí acaban las aspiraciones de La Rábida de ser Patrimonio de la Humanidad? No debería ser así. Pero para mantenerlas con vida, muy seguramente, habría que replantear el expediente. Habría que ser más realistas y cautos, muy consecuentes con lo que supone un proceso de este calado, y quedarnos con la esencia. Aseguremos La Rábida y si posteriormente hay opciones de incorporar más elementos, optemos a ello también. Porque no tendría sentido, sin ir más lejos, que los restos arqueológicos encontrados del Puerto histórico de Palos de la Frontera, junto a La Fontanilla, no estuvieran incluidos en esa misma declaración cuando terminen totalmente los trabajos de recuperación y restauración.
En cualquier caso, mucho podemos hablar aquí si después el Icomos, órgano asesor del Comité del Patrimonio Mundial para la aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial de la Unesco, no considera que se ajusta a los parámetros exigidos para esta declaración. Entre otros aspectos, hay que demostrar de forma incuestionable que los bienes incluidos en la candidatura tienen, lo que denominan, un valor universal excepcional, así como su autenticidad y conservación. Y las primeras aproximaciones ponen en seria duda las posibilidades de éxito del expediente onubense.
En la Diputación actual hay voluntad de retomar la candidatura de La Rábida ante la Unesco. Ya lo dijeron meses atrás. Pero para ello, seguramente hay que dar un giro también a lo que tenemos. Porque lo que todos queremos es que llegue ese reconocimiento, que supondría mucho para la protección y la preservación del paraje rabideño, y la de su memoria histórica. El añadido como marca turística de excepcional valor internacional aquí es secundario.
Habría mucho que trabajar, primero con la consideración de los expertos involucrados en este tipo de expedientes, en España y en el resto del mundo. Pero es fundamental que aquí en Huelva, primero, haya consenso y se acepte que hay que buscar, ante todo, la viabilidad de que el monasterio de La Rábida, piedra angular colombina en Huelva, sea Patrimonio de la Humanidad. Sin menoscabo (y contemplándolo también en la propia candidatura) de que puedan incorporarse más elementos entre los Lugares Colombinos de la provincia de Huelva.
Es fundamental esa unidad en origen para el punto de partida. Puesto que luego hay que recabar más apoyos, firmes, de las administraciones que deben avalar la candidatura antes de elevarla para su valoración: la Junta de Andalucía y el Gobierno de España. Y en estos pasos debe haber también una apuesta política uniforme, que no ponga más dificultades en un proceso duro de por sí.
Huelva tiene desde el año 1993 un único Patrimonio de la Humanidad, como bien natural: Doñana. Pero esta provincia tiene más bienes que quizá podrían aspirar a esa condición. El primero es La Rábida, por supuesto. Pero también podrían tener sus propias candidaturas la Gruta de las Maravillas, en Aracena, o el Dolmen de Soto, en Trigueros, con el resto de estructuras prehistóricas de la provincia. Y, por qué no, el muelle de la Compañía Rio Tinto y el de Tharsis, si no hubieran sufrido alteraciones significativas en los últimos años. O la Casa Colón, si no hubiera perdido el pabellón principal en su reforma de 1992. Si seguimos extendiendo las hipótesis condicionadas a una conservación fallida, hasta el sistema de cabezos en la capital.
Y también la romería del Rocío, y la de San Benito, en El Cerro de Andévalo. O las cruces de Berrocal. Incluso los acantilados del Asperillo, en Almonte, si los consideramos al margen de Doñana. O la corta Atalaya, como símbolo de unas minas legendarias, en Riotinto y Tharsis, que quizá pierden sus opciones por seguir activas.
Si seguimos pensando, algo más se nos puede ocurrir, atendiendo a su singularidad, su valor excepcional histórico, patrimonial, natural o etnológico. Y aún así creeremos de nuevo que La Rábida no puede estar al margen de esa lista de la Unesco, por todo el simbolismo y significado histórico que tiene, fundamental en el hecho que cambió el rumbo del mundo y abrió las puertas de la era moderna.
Por eso ha llegado el momento de afrontar esta deuda pendiente y ponerse a trabajar. Sin complejos. Ambiciosos, convencidos, pero con los pies en el suelo. De un modo razonable, serio y profesional. Se lo debemos, además, a todos los que llevan tantos años defendiendo el protagonismo histórico de Huelva, con La Rábida al frente.
No dejen de leer mañana en Huelva Información la entrevista que José Ponce Bernal le hacía en 1930 a José Marchena Colombo, histórico presidente de la Real Sociedad Colombina Onubense, que tanto lleva trabajado en esa misma dirección. Las cosas no han cambiado, 95 años después. Pero vamos avanzando. Y este miércoles también se vio en el monasterio rabideño con esa propuesta para la Cumbre Iberoamericana. Un paso más en el largo camino que hay por delante para que La Rábida obtenga el reconocimiento universal que merece. Vamos a ello.
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