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Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Huelva necesita un nuevo puente sobre el Odiel. No se puede aplazar más. La escandalosa rotura de una tubería en el puente sifón esta semana ha evidenciado las deficiencias de una infraestructura de casi 60 años, que no fue concebida para el tráfico de vehículos sino como soporte para conducciones de agua. Su funcionalidad viaria pende de un hilo, como se ha vuelto a ver.
Ya era manifiesta hace demasiado tiempo la insuficiencia del viaducto principal. De ahí la dependencia existente del secundario, que agrava cualquier incidente que sufre. Y la suma revela cómo la comunicación de la capital con el suroeste en su área de influencia, de gran población, es deficiente y requiere de una urgente intervención.
No es capricho. Esos dos puentes son un agujero negro para el tiempo y la paciencia de los onubenses, que han perdido ahí horas y cabreos por retenciones, accidentes, desvíos y cortes, sobre todo en verano. La necesidad de actuar es real y está más que justificada. Negar o postergar más una inversión para una nueva dotación en este punto sería abrir un nuevo capítulo de los agravios que sufre Huelva respecto a otros territorios.
Ya van muchos años viendo pasar la patata caliente delante nuestra sin que nadie se atreva a plantear soluciones efectivas y duraderas. Arrastramos aun aquel episodio grotesco que fue la promesa de tres espectaculares puentes a Punta Umbría, en la senda de la megalomanía que inauguró la más infame maqueta, que fue la estación con rascacielos de Santiago Calatrava.
Ese capítulo de electoralismo gratuito enterró la necesidad de atender con garantías el creciente volumen de tráfico entre la capital, Aljaraque y las playas. Olvidada la fastuosa obra de ingeniería civil entre esteros presentada en 2007 junto a la ría, aparcado el problema de los onubenses. Sin eliminarlo.
Pero el problema sigue ahí, y aumenta. Existe, casi, desde que se abrió en 1993 el nuevo puente sobre el Odiel. Al margen del hito constructivo por su longitud, desde el principio se percibió insuficiente: sin arcenes, sin carriles reversibles ni de emergencias, condenado al colapso con cualquier incidencia por averías y accidentes. Sin futuro. Un embudo que todos sufrimos en Huelva.
En Ayamonte, el Puente Internacional del Guadiana tuvo también una proyección contenida, cortoplacista. Sin arcenes ni carriles VAO ni puerta abierta a la ampliación para un tren internacional. Fruto de la política inmediata, el gasto medido y el desprecio por el futuro.
Pero el problema en el Odiel está muy presente. En el Guadiana lo estará cuando se plantee ese tren de alta velocidad tan demandado por portugueses y andaluces. Pero a lo de Huelva hay que darle solución.
El puente sifón nos ha recordado ahora que en principio fue proyectado sólo para llevar tuberías de agua, con el acierto de habilitarlo también para vehículos. Pero el volumen de tráfico que había hace 60 años no era el mismo que había hace 30, y por eso entonces se construyó el puente principal actual, este sí, exclusivo para circular. Pero, nuevamente, el tráfico que hay ahora no es el mismo de hace 30 años. Repetimos necesidades que deben atenderse con una nueva infraestructura, y considerando otras cuestiones, como el transporte público y sostenible en un entorno protegido. Porque en paralelo planea el aconsejable cierre del puente sifón al tráfico de vehículos, tras un gran servicio prestado a la causa.
Conviene ahora darle una nueva vida apacible y reservarlo a su función principal, compatible con una senda peatonal y ciclista, sin el estrés que hacen vibrar estructura y tuberías al paso de coches y camiones.
Quizá podría trasladarse aquí ese gran ejemplo de reconversión urbana que es el High Line en Nueva York, una antigua vía elevada de tren ahora con vegetación y una animada y amable senda para pasear y disfrutar, que tan buen encaje tendría frente a Marismas del Odiel.
Y construir el nuevo puente sobre el Odiel. Nos olvidamos de los tres de Manterola que iban directos a Punta Umbría, ignorando el crecimiento exponencial de Aljaraque. Ahora seguramente habría que buscar otro emplazamiento, sin embudos en la ciudad y con capacidad para sortear las marismas y el propio río, aportando fluidez y soluciones a un problema creciente, con previsión de futuro.
La Junta lo contempla como opción en el Plan de Transporte Metropolitano, por los altos índices de tráfico diario, que se multiplican en verano. Plantea la posible ampliación del tablero actual del puente, para aportar carriles adicionales y arcenes, o la construcción de uno nuevo, sujeta al uso de transporte público, VAO o vehículos limpios. Y ahí es donde habría que reclamar también un servicio público de tranvías limpios entre la capital, Aljaraque, Punta Umbría y El Portil, entre parajes protegidos y una fuerte demanda potencial diaria.
No hay que aplazarlo más. Lo de esta semana fue un serio aviso de la caducidad de un puente sifón que subsiste como puede entre continuas reparaciones. La necesidad con los dos viaductos operativos ya es manifiesta. Si ahora hubiera que cerrar al paso de vehículos a motor en el Santa Eulalia, la urgencia sería mayor. No hay que esperar más.
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