Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
Creo que es hora de confesar lo que todos sabéis pero nadie se atreve a contar: nos desespera, a veces hasta límites insospechados, la capacidad que tienen algunos para aparecerse en el momento más inoportuno, y de entre todas las que habitan el mundo hay dos tipos de personas especialmente dadas a hacerlo con más asiduidad de la que podemos soportar: los repartidores de Amazon y las madres Es como un superpoder. Cuando acabas de cerrar los ojos para echar una cabezada, cuando te metes en la ducha, cuando te sientas en el váter, en medio de una reunión, cruzando la puerta de la consulta del médico… siempre, invariablemente, suena el portero o te llama al teléfono tu madre o el repartidor de Amazon. Tienen el don de la oportunidad, y eso es una verdad incuestionable. Hay quien piensa que con las obras del puente del Odiel está pasando lo mismo. En las redes y en la calle… que si ya podrían hacerlas por la tarde, que si vaya fechas para empezar, que si se puede planificar mejor… Quizás tengan razón, o quizás no, pero de lo que estoy seguro es de ya tocaba. Hace años que estábamos reclamando, incluso desde este mismo zurriago, una iluminación algo menos indecente para el puente, que de oscuro que era más de uno ha estado a esto de encontrarse con la niña de la curva. Que sí, que son molestos, insufribles y puede que hasta evitables, pero los atascos por las obras no son el verdadero problema de nuestro controvertido puente. La cuestión es el puente en sí mismo. Durante décadas de uso ha terminado siendo evidente que se queda muy corto para el tráfico que soporta a diario y, sobre todo, que se trata de una conexión claramente deficitaria en los meses de verano. Con todos sus carriles en funcionamiento (así escrito cualquiera diría que son muchos), el más mínimo incidente, pongamos un simple pinchazo, es capaz de provocar un atasco kilométrico. Aún así hay quien cree que no es necesario mejorar la conexión entre Huelva (y Sevilla) con Aljaraque, las playas de Cartaya y, por supuesto, Punta Umbría, ya sea a través de un nuevo puente (olvidemos aquellos tres de Chaves, el queo electoral más grande de la historia), una ampliación, una reforma o lo que quiera que crean que debe hacerse los ingenieros, urbanistas, arquitectos y demás gente que piensa en estas cosas. Lo que pasa es que si en esta provincia de Dios se tarda diez años en cambiar unas farolas, imagínense para poner en marcha una obra de esa envergadura. Lo que está claro es que alguna vez habrá que empezar, y quizás ahora (juraría que hay sensibilidad en los que pueden hacerlo) sea un buen momento para ir pensando en una solución de verdad para un problema que nos afecta a todos. Porque, tarde o temprano, a todos nos pillará un atasco en el puente del Odiel. Y seguro que nos ocurre en el momento más inoportuno.
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