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Domingo Prieto

El preámbulo

05 de diciembre 2010 - 01:00

TREINTA y dos años años sí que es algo. Se es joven, pero se supone que ya sin locuras. 32 años cumple ahora la Constitución Española; o sea que avanza en su madurez, experiencia y consolidación. Sólo la Constitución de 1876 duró más (47 años), pero se alimentaba de un oscuro sistema político basado en el manejo electoral y en un orden caciquil bien ponderado. Las Constituciones que suponían progreso y modernización, un paso adelante en la vida política y social española, tuvieron un tránsito efímero y con frecuencia tormentoso: 5 años mal contados (y en dos etapas) la inicial y festejada de 1812, los mismos que la republicana y esperanzadora de 1931; la gloriosa de 1869 aguantó 4 años; la progresista de 1856 no llegó a ser promulgada, y la que iba a ser innovadora Constitución de la República Federal Española no pasó de proyecto en 1873.

La Constitución vigente desde 1978, cuyo cumpleaños ahora celebramos, se hizo ciertamente con voluntad de concordia, el tan celebrado consenso. Pero fue largamente debatida y pactada; finalmente aprobada por abrumadora mayoría de las Cortes y ratificada por la ciudadanía española en Referéndum.

Se abre con un Preámbulo breve, pero de mucha sustancia y doctrina. Allí se afirma la soberanía de la Nación española situando el origen del poder en el pueblo y obviando caducos conceptos como aquello de por la gracia de Dios. Luego la propia Nación Española indica y aclara sus objetivos fundamentales: establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de todos. Y para ello proclama su voluntad de: garantizar la convivencia democrática conforme a un orden económico y social justo, consolidar el Estado de derecho, proteger el ejercicio de los derechos humanos y las culturas y lenguas de los pueblos de España, procurar mediante el progreso de la cultura y la economía una digna calidad de vida a todos, establecer una sociedad democrática avanzada, y colaborar a una relaciones internacionales pacíficas y de cooperación…..Esas son las razones fundamentales por las se elabora y se aprueba la Constitución. Ciertamente es un desideratum y como tal hay que entenderlo, pero es de admirar la claridad de los padres constituyentes en una España agitada aún por el renacimiento de las libertades, tras de tantos años de dictadura. Ideales hermosos, pletóricos de la ilusión de una democracia que renacía.…. Siempre admiré el deseo de asegurar a todos una digna calidad de vida mediante el progreso de la cultura y de la economía, especialmente porque afina poniendo por delante la cultura…

Treinta y dos años después aquí está la Constitución. Es el auténtico símbolo de la democracia española. No está demás rememorar ahora los luminosos ideales de su Preámbulo.

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