La otra orilla
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Soberanía alimentaria
Los afanes
No sé si ustedes han caído en la cuenta, pero creo que Pedro Sánchez tiene el cociente intelectual de un niño de ocho años. Bueno, disculpen, tal vez me he pasado un poco. ¿De ocho digo? En realidad, quería decir de seis, y ya soy bastante generoso con la edad. Pues sí, lo pienso. Ustedes son libres de dirimir lo que deseen, a fin de cuentas, somos libres. ¿Pero, somos libres en realidad?
Pedro Sánchez lo único que desea es ser presidente del Gobierno a toda costa, con todas sus consecuencias, pero sin ninguna obligación. Se ha juntado con un grupo de ministras y ministros con un cociente intelectual a su altura, o tal vez, algo inferior. Y el resultado es el que vemos a diario. Y a todo esto, un listo, algo satánico, como es Pablo Iglesias, que conoce bastante bien las limitaciones intelectuales de nuestro presidente, y lo que hace es pasarle la mano por el hombro y decirle al oído: "Sigue así campeón, que eres el más grande". Y el otro, con seis años, que se lo cree y ensancha, ensancha, pero no estalla.
Es que en nuestro país hay muchas exigencias, muchísimas. Todos quieren tener derecho a exigir, a solicitar, a pedir. Y cada vez se hace con menos educación y con más violencia. Los derechos se conocen de memoria, las obligaciones, ¡ah las obligaciones!, las olvidamos enseguida. Y así nos va, vamos de culo y cuesta abajo. Y es que la política ya no es lo que era, que la política ya no nos sirve, se lo digo yo. Si tocan la electricidad suben la luz, si tocan la gasolina por las nubes, el diésel a extinguir, las comisiones de los bancos, que se quieren cargar hasta las aportaciones a los planes de pensiones sin establecer garantías de una pensión digna. Que nos acabaremos jubilando el día de nuestra muerte, mientras ellos, ¡ah mientras ellos! estarán en los consejos de administración de las eléctricas, de las petroleras, o de los bancos donde tenemos nuestro plan de pensiones.
Y de Cataluña ni hablamos, que no se pueden conceder tantas cosas. Una, otras, y ahora, recientemente, muchas, ¿para qué?, para que los dirigentes independentistas se cachondeen a dos manos del resto del país. Cataluña huele a desgracia, a desgracia gorda, lo acabo de ver en el aniversario de 1-O. Cataluña huele a pólvora, y no concretamente quemada. Que no, que la política ya no nos sirve, que donde estén ellos (los políticos), todo acaba mal, muy mal, fatal. Y nunca olviden, que de la crisis salimos los españoles, y de la que venga volveremos a salir igual.
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