¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
Mi padre murió pronto y sus recuerdos quedaron en ese limbo de la memoria en el que se desvanecen las vidas de los que nos precedieron y a los que no escuchamos cuando estaban vivos. Luego nos arrepentimos de ello y, como yo ahora, tratamos de reconstruir sus pequeñas historias con los retazos de lo que se quedó en el aire y aún alcanzamos a recordar”. Son palabras de Julio Llamazares en la presentación de su excepcional libro El viaje de mi padre (Alfaguara), en el que recorre, en los mismos días del año, los caminos que su padre recorrió durante la Guerra Civil, con la sangrienta batalla de Teruel como cumbre del horror (“Murieron 40.000 personas para tomar una ciudad de 13.000. Y todo eso a 20 grados bajo cero”). O, más bien, los caminos que fue obligado a recorrer, movilizado por el bando golpista, porque, como el escritor ha dicho, “la guerra es un acontecimiento en el que se matan jóvenes que no se odian por culpa de viejos que sí se odian”. El libro, dedicado “a todos los que perdieron la Guerra Civil española de uno y otro bando. A los que pierden todas las guerras”, puede recordar el viaje que hizo Alés Adamóvich por los escenarios de las matanzas nazis en Ucrania y reflejó en Jatyn (Edhasa).
En una entrevista en el diario Levante, Llamazares ha dicho unas palabras sobre la Guerra Civil que me parecen esenciales: “En España hemos tenido siempre una mala relación con nuestra memoria. Hay (…) una polarización entre los que quieren recordar y los que quieren olvidar... Un historiador dijo que la Guerra Civil terminará el día que el último de los enterrados en las cunetas sea enterrado dignamente… Este país todavía no ha digerido su historia reciente… Lo mejor que se puede hacer es normalizar la memoria y que se convierta en historia. España será normal cuando se hable de la Guerra Civil, de la posguerra o de la dictadura como hablamos de la guerra de Cuba o de las Filipinas, como un pasaje histórico”.
Desgraciadamente el resurgir del lobo de la extrema derecha con (los más numerosos) o sin (los menos, afortunadamente) piel de cordero democrática y la manipulación que desde Zapatero hace el PSOE de la guerra y la dictadura, convirtiéndolas en arma política para enmierdar a toda la derecha, centrada o extrema, no ayuda a esa normalización.
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