La ‘pax’ norteamericana

14 de octubre 2025 - 03:05

Uno de los muchos signos locos de estos tiempos: en la víspera de la concesión del Premio Nobel de la Paz, escuché a analistas temerosos del Señor preocupados por las posibles represalias que podrían darse al no concedérselo al presidente que quiere invadir Groenlandia, que ha rebautizado el Departamento de Defensa de Estados Unidos como Departamento de Guerra y que pretende regañar a un país soberano por no invertir más en rearmar el mundo. A ver si se iba a enfadar. Ni la pax romana. Ni la correa del pantalón del maltratador colgada detrás de la puerta. Razonamientos así son una derrota de la inteligencia, el valor y la nobleza humana.

Alégrate, María, vienen a decirme esos mismos analistas porque Israel ha dejado de asesinar a niños, mujeres, hombres y ancianos, culpables todos ellos –nos cuentan– de las bombas que los revientan. Confían el éxito de su anunciación –error– a mi ignorancia o desmemoria. Llaman paz a eso que se siente (o, mejor dicho, que deja de sentirse) en los cementerios. Las gentes de Gaza miran al cielo extrañadas y aliviadas de que no se les siga cayendo encima. Me tengo que alegrar de que Derribos Netanyahu haya aplanado el solar palestino con tanto éxito y saña, dejando sin techo ni pan ni agua a los habitantes de un territorio, para que ahora aterrice el promotor inmobiliario gringo para dar un pelotazo. Esta es la pax norteamericana. Europa callada y, a ser posible, colaborando.

“En derrota, nunca en doma”, escribió Claudio Rodríguez; “Venceréis pero no convenceréis”, dicen que dijo Unamuno. Los más crueles conocen perfectamente la diferencia y su importancia. Una cosa es doblegar por la fuerza, someter, imponer, matar, despedazar, querer acabar con un pueblo, y otra acabar aplaudiendo cuando cubran a los muertos bajo una generosa capa de césped artificial. Ahí estamos. La peor política es la que simula no ser autoritarismo sino una promoción inmobiliaria, los peores políticos son los que prefieren llamarse los CEO de su país. No hay ideología más perversa que la que jura no ser ideología, ni peor rey en bolas que el que sugiere que nos volvamos todos lo suficientemente imbéciles como para admirar el manto dorado que luce por culo. No hay peores lacayos que quienes se aprestan a besárselo. Premio Nobel de la Paz para Donald Trump, ¡ya!

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