Toca cargar las pilas en esta recta final de dura competencia. Menos hablar y justificaciones fuera, más hablar con rendimiento dentro del campo. El Recreativo lleva casi toda la temporada -excepto la estabilidad de resultados de las ocho jornadas sin perder hasta la debacle en Torremolinos de cierre de año- siendo un equipo que se quedó en el inicio de dar forma a su esperada versión de equilibrio en base a una regularidad. Ni siquiera esa racha positiva le impulsó como una alternativa al Antequera porque fue incapaz de adquirir un perfil de bloque compacto de asalto definitivo.

Y marcar esa línea de altibajos y dudas en sus sistemas de juego no han desaparecido tras la brutal sacudida a la plantilla en enero que ha dejado de nuevo a Abel Gómez al límite en sus decisiones y desajustes. No es normal que el Recreativo sea un equipo irreconocible a estas alturas de la competición si fue diseñado para controlar y dominar la situación cara al ascenso, que soporte una jornada sí y otra también el síntoma de “ahora retomar con ilusión el reto” aceptando en su descontrol hacer frente a las continuas interrupciones del objetivo.

La realidad señala que la situación es privilegiada en la defensa del liderato de la “otra” liga como punto de apoyo que potencie la conjura del vestuario. Intensidad, concentración y ejecución son vitales para activar la fortaleza mental, que ya es hora de que aparezcan. La victoria de la primera vuelta en Mar Menor (jornada 10) elevó al Decano a la segunda posición hace cuatro meses y ahora debe ser el motivo de la firmeza y solidez ante la cuenta atrás. Un partido con sello de peligro y de toque de atención: Mar Menor es peligroso al sumar en nueve de sus 13 salidas, y el Recreativo lo pasa mal en casa cediendo puntos en cinco ocasiones. La oportunidad de dos partidos seguidos ante su afición es lo que todo equipo busca para reforzar una postura de regidor.