Un partido tocado, un presidente tóxico

NOTAS AL MARGEN

Un partido tocado, un presidente tóxico
Un partido tocado, un presidente tóxico / Dpto. de Diseño

A los tortas de la política les faltan palomitas para disfrutar del bochornoso show del PSOE con sus enchufes, filtraciones, mordidas y otras corruptelas que estrechan el cerco al presidente del Gobierno. Pero por lo general, y en particular para los socialistas, Pedro Sánchez comienza a ser visto como un personaje tóxico, sinónimo de tensión y división, que ha dejado de ser bueno para la salud democrática de las instituciones y de su propio partido. Que la dimisión de Cerdán supondrá su tumba política lo da por descontado una gran mayoría, más allá de la imagen cadavérica que ofreció este jueves con el sudor a punto de perlar sus mejillas, que nos recordó a Dirk Bogarde en Muerte en Venecia. Hoy ni los más fieles confían en que agote la legislatura. Pero ahora los socialistas han de decidir entre enterrarse con él o tratar de sobrevivir.

Nadie sabe qué parte del discurso de Sánchez al pedir perdón, cuando se desmarcó de su lugarteniente sin asumir responsabilidad alguna, se corresponde con la realidad. Porque si de verdad, tras los escándalos de Ábalos y su pandilla, tampoco ahora tenía pajolera idea de las andanzas de su secretario de organización -lo que también lo deja en evidencia- primero debió destituir a Cerdán, pero a la vez a Marlaska. Si tu ministro del Interior no tiene contacto con los agentes de la UCO para alertarte de los excesos de tu equipo, ¿para qué lo necesitas? Las explicaciones de un Sánchez cada vez más aislado, en tono afligido y con el rostro perfectamente demacrado, no cuelan. Y no todo se arregla con una auditoría. Lo mínimo habría sido ir a una cuestión de confianza por muy cara que sus aliados se la cobraran. No basta con decir que no lo vio venir después de dar tantas lecciones de higiene democrática. Y sus socios también se juegan mucho. Porque si con los independentistas es comprensible que no le dejen caer, porque no se han visto en otra para exprimir al Estado, en cambio Sumar, quizá porque están en shock o porque Yolanda Díaz no sepa adónde ir, se asoma al precipicio de manera sumisa y suicida. Algunos ingenuos pensaron que Sánchez diría adiós porque el ambiente es irrespirable, sobre todo, para los suyos, más allá de las protestas de jueces, fiscales y médicos. Pero no dimitió, se enrocó y puso cara como si Cerdán fuese un sátrapa extranjero. Ya no recuerda los viajes en coche juntos por todo el país. Comoquiera que es difícil creer que disfrute del cargo, tal vez no se va por alguna razón de peso que se lo impide. Aunque hace tanto que no pisa la calle por miedo al rechazo, que quizá sufre el síndrome de Moncloa -rodeado de cobistas- y no es consciente de la cruda realidad. Entretanto, la operación Madina, que apadrina Felipe, ya está en marcha y el PSOE le debe unas primarias limpias.

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