Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Pablo y Pedro
Escribía Hans Kung, el discutido teólogo suizo, amigo, distanciado de J. Ratzinger y, luego, reconciliado ya con Benedicto XVI, en su libro: SIete Papas, libro éste, con perfil científico-crítico con el que pretendía, cito literalmente, “llamar la atención sobre lo verdaderamente humano y lo auténticamente cristiano”, en las referencias, desde “sus experiencias y conocimientos personales”, de los últimos Papas, para concluir diciendo que: “el futuro de la Iglesia está abierto, como abierto está el futuro del papado”.
El citado libro, editado en 2015, aún pasados diez años, en mi opinión, visto el momento histórico, tras el fallecimiento del Papa Francisco, mantiene su vigencia.
Y la mantiene, porque en la trayectoria de Francisco, aún con sus diferentes personalidades, no se puede prescindir del hecho histórico de la renuncia de Benedicto XVI, -decisión humana de rendición al mandato pontifical de inspiración divina- y que sin embargo, supuso un ejemplo de lealtad fraterna universal ante los suspicaces.
Dicho esto, debemos reconocer, al menos yo así lo he vivido, que la Iglesia suele adaptarse, bien al momento en el que se vive la elección papal, quizás mejor que a sus propias reformas curiales porque no es necesario resaltar las diferencias habidas en los doce años de papado, entre la elección y el fallecimiento de Francisco.
Volvemos, pues, a Kung: “¿Qué papado tiene futuro?”, sabiéndose Padre común de todos, como Vicario de Cristo en la tierra. Porque el Papa fallecido, no quiso abdicar nunca, aunque no fue por allí, a su condición de argentino originario de una familia italiana de migrantes, concepto este que resultó decisivo en su personalidad, lo que mido a su condición de jesuita y el nombre elegido referenciado en el santo de Asís, marcó el rumbo de su pontificado en lo pastoral. No obstante, ese origen italo-argentino, tiene una influencia absoluta en sus actitudes de gestión, jerarquía y cotidianeidad. Basándome en esto y desde el mayor de los respetos, seguramente, le gustaría el calificativo que se me ocurre para su trayectoria máxime conociendo su afición futbolística y utilizando la acepción del término más cercana al deporte que a su significación real. Creo que fue un Papa “canchero”, por experto en las relaciones mediáticas, por habilidoso en el manejo de los conflictos, por saber siempre qué hacer y no tomar nada a la ligera… supo que el medio era el mensaje y lo utilizó como herramienta pastoral, hasta el punto que los altibajos en sus decisiones, aún generando polarización, a veces, con sus entrevistas y gestos equilibraba esas aparentes contradicciones relacionadas con su Magisterio que nunca llegaron a modificar los cimientos doctrinales, aunque algunos pudieran creérselo.
Precisamente esa condición de “canchero”, deja un trabajo importante pendiente al Cónclave porque al “hospital de campaña” hay que darle solidez y para ello, nos quedará, siempre, el Espíritu Santo.
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