El otoño de las rosas

Vuelven la vida cotidiana, la normalidad de horarios, los días cortos apropiados para la lectura y las charlas de camilla

Tomo el título prestado de la esencial obra de Francisco Brines que es una especie de mirada retrospectiva de su autor que, en el fondo, coincide con lo que todos hacemos llegados a cierta edad o, al menos, deberíamos hacer. Cernuda lo supo expresar muy bien en Ocnos con aquello de que hay un momento en la vida en que el tiempo nos alcanza. Y Brines, lo define como la estación del tiempo rezagado, lo ha llamado el otoño de las rosas… Hay cosas que no se pueden decir mejor, por eso es necesario recurrir a los poetas. Sus obras no suelen ser voluminosas, les basta con poemarios de varias decenas de páginas, pero en ellas se condensa la vida y la presencia del ser humano. Miren si no, la obra de San Juan de la Cruz: no hacen falta más páginas para alcanzar la cima del misticismo poético. O por remitirnos a tiempos más recientes, la obra del zamorano Claudio Rodríguez que, con solo seis poemarios, ocupa uno de los lugares más destacados en la poesía española de la segunda mitad del siglo XX.

La rosa es el símbolo de la frugalidad, de lo pasajero. Sus hojas, llenas de belleza y portadoras de un olor celestial, pronto se debilitan y caen. Todo ocurre, como en la obra de Valdés Leal, in ictu oculi, en un abrir y cerrar de ojos, la vida misma. En este mundo circular en el que vivimos, el otoño es la estación del último cuadrante, el tiempo en el que después de la eclosión y el renacer de la primavera y la vitalidad intensa del verano, se cierra el círculo. Vuelven la vida cotidiana, la normalidad de horarios, los días cortos apropiados para la lectura y las charlas de camilla, los campos amarillean y la naturaleza parece quedarse detenida. Pero no es así. Vuelven las castañas, las setas, el mosto nuevo, la actividad en las almazaras, la lluvia que purifica el ambiente y nos devuelva a la infancia con ese olor a tierra mojada que nos hace recordar días de colegio, aquellos en los nos gustaba meternos en los charcos con las botas de agua y pasear mientras llovía refugiándonos en un paraguas.

Es el momento de leer a los poetas. Nunca los veremos copar los lugares más altos de los libros más vendidos, pero el tiempo acaba dándoles la razón cuando tiende su pátina sobre lo escrito y son los que perduran. Las rosas tienen su otoño, pero los rosales, debidamente podados y cuidados, nos devuelven el milagro de florecer y nos ofrecen rosas aún más bellas.

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