Óscar, Murphy y el lindo gatito

09 de julio 2025 - 03:06

Aóscar todo le sale mal últimamente. Primero fue el robo, que le llegó justo cuando se las prometía más felices que nadie. Tan contento como estaba anunciando obras y bonos de viajes gratis a diestro y siniestro, venga inversiones y venga alegrías, y plas, le sisaron los cables y se lió una buena y, claro, se le echaron encima todos los que estaban ahí, agazapaos, esperando el error, y desde entonces ha sido un no parar. Alguien escribió una vez que, cuando uno está con la negra, si algo puede salirle mal, desde luego le saldrá mal, y en esas situaciones lo que sale mal suele llegar en tropel. Se van sucediendo, como un eslabón que lleva a otro, y este a otro distinto, formando una cadena irrefrenable de catastróficas desdichas. Como al perro flaco, a Óscar no deja de volvérsele todo en contra. Le van llegando sorpresitas de esas todas las semanas, y uno lo ve ahora y se acuerda del personaje aquel de dibujos animados que de chicos nos parecía villano pero que ahora sabes que en realidad no lo era tanto y que, irremediablemente, terminaba siempre siendo víctima de una desgracia detrás de otra. Había un episodio en el que Elmer Gruñón salía de pesca y, por alguna de esas maldades tontas que hacía, empezaban a abrírsele agujeros en el bote y él los iba tapando como iba pudiendo: ahora con un tapón de corcho, ahora con un zapato, ahora con un calcetín, ahora con una mano, ahora con un pie… hasta que fueron tantos agujeros que, agotado como estaba y consciente de que ya no podía hacer nada, se sentaba en la proa cruzado de brazos y esperaba, sin inmutarse, a que el barco se hundiera del todo, dejando como único rastro de la desgracia un sombrerito flotando en el agua y una leve y fugaz burbujita final. Plop. Y al fondo.

Salvando el tema de nuestra incipiente amistad (aún no consumada con unas cañas, por cierto), a mí lo que le pase a Óscar Puente me la traería al pairo si no fuera porque es el único ministro de Transportes que nos ha hecho caso en los últimos treinta años. Ha sido, de hecho, el único que se ha dignado incluso a rectificar su idea inicial y acabar, para nuestro asombro, pisando el acelerador de una infraestructura que por justicia deberíamos tener desde hace mucho. No sé si, como hicieron tantos antes que él, acabará engañándonos, ni sé cuánto nos durará el ministro, ni tampoco si, cuando toque, el que venga será mejor o peor que él, pero como nadie sabe más de leyes de Murphy que los onubenses, no me extrañaría nada que a nuestro amargo expediente de documentos perdidos, informes caducados, maquetas recicladas y licitaciones fantasma se nos juntara ahora, para colmo de infortunio, la legendaria e invariable fatalidad del lindo gatito.

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