La otra orilla

Un obispo como Dios manda

Casaldáliga es la sencillez perseverante, la entrega y el desprendimiento, también el junco que no se doblega

Qué daréis por sacramento si no os dais en lo que deis?", son palabras de Pedro Casaldáliga, el obispo de los pobres, que ha fallecido hace unos días en Brasil, país en el que vivió, más de cincuenta años, de forma radical el Evangelio de Jesús y su opción preferencial por los más empobrecidos. Casaldáliga representa la cristiandad genuina, la que respeta y lucha por la dignidad de todos los seres humanos, la de las manos tendidas, la de la austeridad extrema. Como Ellacuría o Monseñor Romero puso su vida al servicio de los pobres, al servicio de la justicia y de la solidaridad, frente a los poderosos causantes de la miseria y la opresión de las personas. Casaldáliga es la sencillez perseverante, la entrega y el desprendimiento, pero es también el junco que no se doblega ante las amenazas o los atentados contra la propia vida. Lo importante es la esperanza, el gran secreto es amar.

"Yo me atengo a lo dicho: a la justicia, a pesar de la ley y la costumbre, a pesar del dinero y la limosna. La humildad, para ser yo verdadero. La libertad para ser hombre. Y la pobreza, para ser libre. La fe, cristiana, para andar de noche, y sobre todo, para andar de día. Y, en todo caso, hermanos, yo me atengo a lo dicho: ¡la esperanza!". Estos versos reflejan el pensamiento del obispo Casaldáliga, reflejan su fe, su modo de vivir el cristianismo, desde la justicia, la libertad, la humildad y la pobreza, esperanzado en otro mundo posible. Casaldáliga se hizo hombre nuevo en la vieja iglesia.

Ojalá toda su vida sea testimonio para todos los que creemos en el ser humano y en su dignidad, para los que creemos que nada de lo humano nos puede ser ajeno. Es el momento de que su semilla empiece a florecer, de construir puentes para que germinen la justicia y la paz. Es la hora de seguir plantando, con su ejemplo, en el "oleaje varado de los surcos", "antes de que sea en vano llorar por un día perdido, por un surco sin nuestro grano, por un canto sin nuestro oído, por un remo sin nuestra mano". Como él mismo decía ahora " es de noche, pero una noche en que los ángeles nos guían, en la que soñaremos con la Iglesia vestida solamente de evangelio y sandalias". Es la noche en la que soñaremos con el Reino de Dios aquí en la tierra, con ese otro mundo posible de justicia, paz, libertad y fraternidad. Es de noche pero la luz del testimonio de Casaldáliga nos ilumina, la luz de un obispo como Dios manda.

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