George Sand decía que los hombres se podían clasificar según aspiren a vivir en una choza o en un palacio. Lo recordaba Gaston Bachelard en su magnífico libro La poética del espacio. Hace unos días llegó a mis manos otro libro que ahora leo detenidamente, como se deben leer los libros. Se trata de Número y logos de Paolo Zellini.

De números y de la clasificación de los seres humanos sabe mucho el artista Antonio Jiménez Sosa. De hecho, el pasado 7 de noviembre se inauguró en la Sala del Apeadero del Real Alcázar de Sevilla su exposición Las islas halladas. El camino infinito de los números. Los interesados en contemplar una maravilla plástica repleta de armonía y de color tan solo disponen hasta el próximo 2 de diciembre, fecha en la que se clausura la impresionante exposición.

En la exposición de Jiménez Sosa encontramos colores intensos, planos, geometría armónica sin tensión, que nos hacen sumergirnos en un universo musical. Sus cuadros poseen ritmo, y tono, y fuerza. Como si viajásemos a unas islas que están aún por descubrir. Y es que la esencia de la pintura de Jiménez Sosa está en los números. "Tenemos a nuestro alcance una potencia tecnológica brutal. El mundo se ensancha y se expande, nosotros nos estrechamos y encogemos. El mundo se hace más visible justo en la medida en que nosotros nos volvemos más ciegos". Estas palabras de Jiménez Sosa definen a la perfección nuestra ceguera, porque nuestras limitaciones las creamos nosotros mismos. Él ha sabido descubrir un universo infinito de números, de infinitas posibilidades, y lo ha aplicado a la pintura en unas formas geométricas que se quedan en el espacio. Porque el espacio, el tiempo y los números conforman la esencia de su obra, y la hacen visible e invisible.

Me ha interesado mucho su serie La ciudad genérica. 70 impresiones en negro. Un universo que siempre está por descubrir. Dedekind escribió un ensayo titulado ¿Qué son y para qué sirven los números? Y Eli Maor ha publicado recientemente la obra La música y los números. De Pitágoras a Schoenberg. Tal vez sea este libro de Maor (profesor de Matemáticas en una universidad de Chicago) el que más me haya acercado a la esencia de la obra de Jiménez Sosa, a la armonía de su expresión plástica, a la grandeza y universalidad que poseen los números. Los números son secuencias, y los cuadros de Jiménez Sosa también. Disponen hasta el 2 de diciembre para contemplar los cuadros. Y uno avisa.

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