¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
Las iniquidades del presidente del Gobierno han sido tantas que ya nada nos puede sorprender, pero en su última entrevista en TVE, ha llegado a un extremo realmente inadmisible para el cargo que ostenta al afirmar que los “jueces están haciendo política”, sometiendo a sus familiares imputados a la “pena de telediario”, refiriéndose a los magistrados que investigan la presunta responsabilidad delictiva de la esposa y el hermano de Sánchez. Si como ha dicho el propio presidente, sus repetitivos ministros y cuantos en su partido son sus fieles defensores, no hay delito, “no hay nada”, ¿a qué viene tan denodados ataques a los que han de juzgar esas conductas? Y no le ha bastado con la entrevista en la televisión propia, sino que se ha servido de su viaje a Londres para tratar de neutralizar las críticas de la prensa extranjera, insistiendo en que los jueces intervienen en la política española.
Que la institución judicial, la máxima representación del poder jurídico en un Estado de Derecho, como se supone es el que rige políticamente en España, se ponga en tela de juicio por el propio presidente del Gobierno, no es sólo una opinión injusta y deliberada, sino que provoca la desconfianza de la ciudadanía en la Justicia y en quienes la gestionan. Y no sólo es el jefe del ejecutivo el que profiere esas acusaciones, sino que sus ministros insisten a coro en la diatriba, especialmente el ministro de Justicia, el locuaz Félix Bolaños, que debiera ser el que más estrictamente cumpliera con la separación de poderes y la independencia judicial, una de las asignaturas pendientes que tenemos en este país. Confiemos en que, como dijo Isabel Perelló, presidenta del Tribunal Supremo y del CGPJ, en la apertura del año judicial: “El Poder Judicial no va a desviarse de su camino de rectitud y honestidad pese a las descalificaciones”.
Y en este ámbito de convulsión forzada, de autocrática colonización de las instituciones y medios públicos, polarización galopante y empeños de normalización obsesiva y pactos interesados, el presidente del Gobierno circunvala una órbita en la que no están la mayoría de los españoles. De esta guisa esa pretendida normalización de la que tanto se habla, resulta imposible con tanto anormal de por medio.
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