Cuando las mujeres no pintaban nada

21 de agosto 2025 - 03:06

Siubieras vivido en la Inglaterra victoriana y fueras una mujer de buena familia, tu mundo habría estado reducido a salones de té, veladas musicales y algún paseo por el parque en tardes soleadas. Viajar sola por selvas tropicales, cruzar océanos o instalarse en aldeas remotas era algo que ninguna mujer podía ni imaginar, salvo que te llamaras Marianne North.

Marianne nació en 1830 en Hastings, al sur de Inglaterra, donde creció rodeada de comodidades y de las expectativas propias de su clase social: casarse bien, cuidar de la familia y no salirse del camino marcado. La muerte de su padre, con quien compartía una profunda conexión, marcó un antes y un después. Apasionada de la pintura y la naturaleza y libre de obligaciones familiares, decidió dedicar su vida a recorrer el planeta con sus pinceles, decidida a retratar las plantas en su entorno natural.

Viajó sola a lugares que incluso para los hombres de la época eran considerados extremos. Pintaba in situ, bajo climas abrasadores y lluvias torrenciales, enfrentándose a insectos, enfermedades y caminos casi impracticables. Su objetivo era simple y monumental a la vez: capturar la belleza de la flora del mundo tal como la veía. Lo más fascinante de sus pinturas es la capacidad que tuvo para capturar el color y la forma de las plantas. En una época sin fotografía a color, sus acuarelas permitían estudiar especies exóticas de Sudamérica, África, Asia y Oceanía, muchas de ellas desconocidas para la ciencia europea. Así, el resultado de su empeño fue una colección de más de 800 pinturas que hoy son tanto arte como documento científico: un archivo visual irrepetible.

Consciente del valor de su trabajo, donó su colección a los Reales Jardines Botánicos de Kew, en Londres, donde se construyó la Galería Marianne North, un espacio que aún hoy deslumbra por sus paredes llenas de color.

Marianne no se proclamó rebelde, pero lo fue en cada decisión que tomó. En una época donde las féminas sólo existían en el ámbito doméstico, ella eligió el mundo entero como hogar y estudio. Sus viajes y sus cuadros cuentan la historia de alguien valiente y admirable, y lo hizo con la serenidad de quien sabe que la mayor aventura fue atreverse a sacar los pies del plato. Así, Marianne, fue la mujer que pintó el mundo cuando las mujeres no pintaban nada. Otra historia fantástica que no aparece en los libros de texto del colegio.

La historiadora Laurel Thatcher Ulrich nos recuerda que “las mujeres que se comportan bien rara vez hacen historia”. Y qué razón tiene; si no que se lo digan a Madonna.

¡Feliz jueves!

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