Semana Santa

María Cinta Ortega Flores

Los montajes

Otra vez, Parasceve se va dejando acariciar, mientras que nuestra Cuaresma va tocando a su fin. Nuestros cultos de instituto, concluidos, las Reglas, juradas. Las nuevas medallas de pertenencia, impuestas, y esos diplomas de antigüedad, entregados, para mayor orgullo de los otorgantes y otorgados. Las declamaciones de pregones y exaltaciones, un año más, recitadas… los sones de nuestras bandas, los ensayos de costaleros, las mesas redondas…todo ha ido pasando y, con ello, nuestros ritos Cuaresmales se han vuelto a cumplir. Y, como parte de ellos, los pasos ocuparon nuestros templos para convertirse en esos altares móviles y pasajeros, y, con esa ocupación llegó el tiempo de montajes. Esos montajes que, aunque parezca que no, invitan a la unidad y al acercamiento al Padre y a su Bendita Madre, porque el cofrade tiene una dicotomía en su forma de vivir la cristiandad, la de su esfera personal, como cualquier otro cristiano, y la que aprende con la cercanía a nuestras hermandades, que será mejor o peor, pero que es la nuestra. En las noches de montajes, si así lo quieren, quienes rigen la hermandad concreta de que se trate, se respira hermandad en el amplio sentido de la palabra, se respira entrega, tratando de imprimir esa mayor gloria para nuestros Titulares, a través de esa plasticidad visual. Amén de que, en ellos, también se respira la transmisión de nuestras tradiciones a esos niños o jóvenes que nos sucederán:

-Papá, ¿qué vas a hacer debajo del paso?

-Apretar la candelería, mientras que arriba la van colocando. Metete conmigo y me vas alumbrando, pero primero, pregunta si no te necesitan limpiando los ciriales en la casa de hermandad.

El niño vuelve tras preguntar.

-Que sí, papá, que me han dicho que te alumbre.

-Se ha de apretar bien, porque no se puede soltar nada, y menos esto, porque, imagina que una vez encendida las velas, se caen…La que se puede liar.

El padre aprovecha la ocasión para contar a ese hijo sus vivencias y enseñanzas, como ha hecho y seguirá haciendo para que cale en él la tradición. Pero, entre tanto, otras voces suenan en los alrededores. Voces como estas:

-¡Que no!…este año tampoco podemos comprar los pinganillos. Ya está el dinero “consumidito”. A ver qué inventamos, que queda mucho año.

-¡Callarse ahí, hombre! ¿No os dais cuenta que se está moviendo al Cristo?...

Mucha es la magia que tiene un montaje. Sus cenas o cervezas comunitarias, con bromas y risas, tampoco tienen desperdicio, aunque, en ocasiones, haya cansancio, o alguna voz más alta. Y, el niño o el adolescente, irá captando e interiorizando el significado de cada uno de esos instantes…

Y, es que, los cofrades tenemos otras maneras de ser instrumentos de Dios. A veces nos equivocamos, a veces olvidamos que estamos ahí, por Él y para Él, a veces nuestro pregón dista mucho del que debiera ser…Pero, aún con todos nuestros fallos, “estamos”.

Y en ese “estar”, aprovecho para alabar a esos dos costaleros que han acudido de motu propio a su hermandad, una vez retirados de ese costal, ante una voz de alerta, por carencias en la cuadrilla de su Cristo. Aplaudamos a todos los que, de una manera u otra, acudieron, acuden y acudirán ante señales de alarma en su hermandad…Ellos nos perpetuarán.

Sólo me queda desearos que en esta Semana Mayor que se aproxima, viváis plenamente vuestra fe y, vuestro reencuentro con el Altísimo, con Nuestra Madre Celestial y con nuestros hermanos, a fin de poder resucitar con Él.

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