La monarquía y lo otro

Pocas veces se nos ha concedido observar con tan hiriente crudeza el doble plano de la realidad española

Pocas veces, como en los actos de la jura de la Constitución por la princesa de Asturias, doña Leonor, se nos ha concedido observar en vivo, en directo y con tan hiriente crudeza el doble plano en que, desde hace tanto tiempo, se mueve la realidad española. Por una parte, la gentileza, el saber estar, la naturalidad y hasta la belleza física que adornan, como dones caídos del cielo o procedentes de la retaguardia de los siglos, a la familia real; por otra, la cutrez, el incumplimiento del deber, la mala educación y la soberbia del Gobierno y sus socios, muy cumplidos representantes, de eso no cabe duda, de esa otra España que ni quiere ni merece serlo. La apoteosis, más allá de la inconcebible ausencia rebelde de tres ministros en una ceremonia de esta trascendencia, se alcanzó con el discurso de Francina Armengol: impropio, en el que se desconoció a plena conciencia el sentido histórico e institucional del acto, y por ello mismo insultante para el Rey, para la Princesa y para toda la nación. Todavía faltaba la coda del chulapo despatarrado durante el himno o ante el paso de la bandera, marcando paquete, incómodo bajo el chaqué o por la misma naturaleza del acto y de su papel. ¿Pueden imaginar semejantes faltas al decoro o a la más elemental vergüenza en cualquier país que no fuera este, encanallado hasta la misma médula?

Quiso mi suerte que en los días previos, estando en Madrid, se me invitara a visitar la flamante Galería de las Colecciones Reales, el más reciente de los grandes museos españoles, inaugurado en julio pasado y construido en los aledaños del Palacio Real. El impresionante edificio, que de por sí ya justifica la visita, alberga una selección de los tesoros artísticos de la monarquía española que Patrimonio Nacional conserva: cuadros, muebles, carruajes, armas, libros… Ordenado por dinastías y reinados, el museo se convierte así en un formidable homenaje a la memoria de los reyes que, ni más ni menos, hicieron España. La fortuna de los Trastámara, la grandeza de los Austrias, el espíritu reformista e ilustrado de los Borbones, el resultado del mecenazgo y del afán constructivo y coleccionista de los monarcas se nos ofrecen en todo su esplendor y majestad. Viendo esa prodigiosa galería se entiende a un Felipe VI, se comprende a una Princesa de Asturias como doña Leonor. Lo que no se entiende, ni hay dios que nos explique, es lo otro.

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