El minuto de gloria

Parece como si el dadaísmo se hubiese vuelto a poner de moda pero con gente con muy poco cerebro

Uno de los errores que suele cometerse cuando se hacen generalizaciones es el de basarse en la experiencia más directa como si se pudiera extender al resto de la sociedad. Los contextos en los que habitualmente nos desenvolvemos son, más o menos, imperativos -como es el caso frecuente del lugar de trabajo- o son elegidos -como sucede con los amigos que la vida ha puesto a nuestro alcance-. Eso hace que, con el paso del tiempo, caigamos en la creencia de que lo que conocemos de ese pequeño mundo puede ser transferido a otros más amplios. Ese riesgo lo tenemos todos y no es inusual especialmente entre algunos profesionales, como psicólogos, policías, abogados… Por ello, resulta interesante que observemos en espacios en los que confluya el máximo de sectores sociales y buenos ejemplos los pueden ser hospitales, estaciones de autobuses o de trenes, mercados, etc. Si estamos atentos es posible obtener información muy diversa para hacernos un retrato algo más fiel de la realidad y comprobaremos que muchos de nuestros presupuestos están lejos de ser absolutamente ciertos en materias de formación, esquemas personales, categorías éticas, perspectivas políticas y todo un ingente número de cosas. No obstante, desde que apareció internet y se instaló en la cotidianidad como una extensión natural de nuestros sentidos y mente, las fuentes anteriormente citadas se han quedado si no obsoletas sí minimizadas por la cantidad de datos a los que se tiene acceso. Con la Red se han puesto de manifiesto no sólo aspectos muy positivos que han salido a la luz o que se han resaltado con más intensidad sino también otros de los más deleznables. Con respecto a esto último, recientemente, el escritor Javier Cercas denominó a aquella como el "gran basural" y lleva totalmente razón. Entre las últimas tendencias, se han colado algunas verdaderamente impactantes y preocupantes, como juegos que alientan a autolesionarse o a ejecutar conductas que ponen por completo en riesgo la vida y que han producido resultados fatales, como el de Ballena Azul y el colmo de los colmos es la retransmisión en directo a través de Facebook Live de asesinatos y de suicidios. Parece como si el dadaísmo se hubiese vuelto a poner de moda pero, eso sí, con gente sin creatividad, con muy poco cerebro, con una gran dosis de maldad o con el rabioso deseo o necesidad del minuto de gloria mediática aunque sea poniendo fin a la ajena o a la propia existencia. Penoso todo, ¿verdad? Pues eso es lo que hay.

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