Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Los afanes
El programa de Gobierno de Pedro Sánchez se nos va presentando poco a poco. Su rápida y afortunada moción de censura dejó en entredicho los aspectos fundamentales de su legislatura y ahora, algunas semanas más tarde, cada uno de los responsables de sus carteras va soltando a diestro y siniestro lo que se le ha ocurrido en ese momento (o en otro, lo mismo da). Parece que Sánchez ha aleccionado a sus ministros para que suelten por sus boquitas reformas y reformas. Ustedes llenen la cabeza de pajaritos a los ciudadanos y déjenlos boquiabiertos. Ya que España salió muy mal parada del Mundial y el fútbol es el fútbol, las medidas de cada ministerio son la fascinación, el engaño o la alucinación de los españoles.
Porque Pedro Sánchez se parece a Cipolla, el mago jorobado de una de las novelas de Thomas Mann (lo recordaba hace unos días Raúl del Pozo). Los españoles señor Sánchez no nos hemos caído de un guindo, aunque usted nos esté llevando, nuevamente, a un profundo precipicio. Su comparecencia este martes en el Congreso se inició con el traslado de los restos del dictador. Es como si todos esperásemos sus palabras iniciales para aplaudirle. Lo que España necesita en este momento, nos olvidamos del paro, de la desigualdad, de los índices de pobreza, de la educación, de la cultura, nos olvidamos de todo, y, decía, lo que necesitamos en este momento es que traslade los restos de Franco y muy pronto.
Señor Sánchez, ante su ausencia de poderes mentales (Cipolla los tenía o al menos embaucaba con ellos), su discurso es cínico. Dígale por favor a su asesor de comunicación, que tanto le ha conseguido hasta ahora, que le haga leer la Constitución, que se la aprenda de memoria, que olvide el tono de cuco que posee en sus intervenciones. Y que le haga recordar que el cuco es un pájaro, un pájaro pícaro, un ave que utiliza el alimento de otro para hacer crecer a sus crías, siendo incapaz de alimentarlas por sus propios medios. Y no vaya a ser que lo que desee es depositar los huevos de los españoles en otros nidos.
A este ritmo en vez de crear una Comisión de la Verdad, se debe plantear crear la Comisión de la Mentira. España no necesita un maniquí, ni un embaucador, y mucho menos un traidor (ya tienen bastante los norteamericanos con Trump). No vaya a quitarle el puesto en la historia a Diógenes, que los españoles tenemos muchos huevos. Señor Sánchez las apariencias engañan y cansan.
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