España comenzó a estar mal hace mucho tiempo. El leve recuerdo de todo aquello intenta bloquearse con síntomas de esperanza y confianza. Pero la realidad es que España está mal. Ahora estamos en manos de nadie, bueno, lo correcto sería indicar que estamos en manos de nosotros mismos. Esto se ha convertido en un ¡Sálvese quien pueda! Y así nos levantamos un día tras otro. Leer, escuchar o ver un medio de comunicación es un martirio, un bola que se repite un día y otro día, y ahora, con las actualizaciones permanentes, pues ya pasa a ser insoportable.

En manos de nadie se repiten las personas que no disponen de ninguna ayuda, se repiten los hosteleros (la han tomado con ellos al igual que con otros muchos sectores de actividad), nos repetimos todos mientras escuchamos mentiras y más mentiras, una palabrería hueca que defiende desde el último alcalde, pasando por el presidente de nuestra autonomía, y acabando en el Gobierno de España, son los nuevos dioses del Olimpo. La mentira repetida en reiteradas ocasiones acaba convirtiéndose en verdad, en la falsa verdad.

Sigo haciendo un llamamiento a la defensa de la libertad. No se pueden censurar argumentos ni alternativas. Un mundo libre debe permitir la expresión de la libertad de cada una de las personas, sea cual sea su planteamiento. Dentro de un razonado abanico de posibilidades, claro está. Porque todo no vale, y lo que sirve debe ser coherente, debe fundamentarse en la bondad y la belleza. Decir que alguien es el dueño de la verdad es un error, la verdad no existe, ¿no lo recuerdan?

España está mal. Nuestro país no puede soportar la cantidad de políticos que tenemos. Y, aun así, el gobierno está siempre para servir al pueblo, nunca un gobierno existe para servirse a sí mismo y para joder al pueblo, ¿no les suena de nada? Diversas instituciones aseguran que el CI (cociente intelectual) de las personas lleva en caída libre desde los años setenta. ¡Qué curioso! Y debe ser verdad. Nosotros tratamos con nuestra familia, con nuestros amigos, con nuestro entorno. Pero lo que observamos en la sociedad y efectivamente lo que percibimos: nuestros dirigentes, personajes públicos, etc., es casi todo mentira. Y esas mentiras repetidas se convierten en verdad, aunque nunca serán verdad.

Precisamos darle la vuelta a ese descenso del CI, un descenso programado, no quieren que pensemos, no quieren que leamos, no quieren que estemos en manos de nosotros mismos mientras podamos estar en manos de ellos, pero resulta que, en este caso, acabamos estando en manos de nadie.

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