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ESPAÑA arrasa. Le gana por goleada a Portugal: 4.000 kilómetros de líneas de alta velocidad ferroviaria a 0. Son las existentes en nuestro país y las construidas en el vecino, en estos momentos, según se vanagloriaba de ello esta semana el ministro de Transportes, Óscar Puente, cuestionado por el estado de la propuesta de unir de esta forma Andalucía y el Algarve; Sevilla y Huelva con Faro. Y daba ese dato como muestra de la voluntad y realidad de ambos gobiernos, entre la falta de interés luso, aseguraba, por esta línea transfronteriza.
Puente compareció esta semana en el Congreso de los Diputados para dar cuentas de su gestión a preguntas de los parlamentarios. La onubense Bella Verano, al otro lado del hemiciclo, le preguntó por la conexión con tren de alta velocidad “entre el Algarve y Andalucía”. Y el ministro pasó de largo aludiendo, primero, a la necesidad de un acuerdo con Portugal, y, posteriormente, a la ausencia de esta conexión entre las prioridades del Gobierno luso, con ese balance de kilómetros trazados en ambos países, revelador para Óscar Puente.
“Haría usted mejor en confiar en el Gobierno español, que sí ha sido capaz de construir 4.000 kilómetros de alta velocidad en su país, el segundo país del mundo después de China en red de alta velocidad”, apuntaba el ministro en el Congreso. “Demuestre usted el patriotismo y sea un poco más orgullosa de lo que consigue su país y no se apoye en países terceros que ni siquiera han sido capaces de construir un solo kilómetro de alta velocidad en su historia”, replicaba Puente. Le faltó decir que, al menos en esto del AVE, nos olvidemos de aquella frase, “menos mal que nos queda Portugal”, y nos abracemos a otra parecida: menos mal que nos queda España.
Cero kilómetros de alta velocidad en Portugal y ni uno también en Huelva, frente a 4.000 kilómetros en el resto de España
No cayó nuestro ministro (o sí, pero lo obvió), que igual que el Gobierno portugués “no ha construido un solo centímetro de alta velocidad en su territorio”, tampoco el español lo ha hecho en la provincia de Huelva. En frente, en ambos casos, los 4.000 kilómetros de alta velocidad construidos en España, sólo la que queda más allá de los límites provinciales onubenses. Quizá también, con la lógica del ministro, una evidencia de realidades y voluntades. Y del nulo interés de un Gobierno por desarrollar líneas de alta velocidad en un territorio olvidado.
Con todo el respeto, y siguiendo el mismo razonamiento suyo, nuestro ministro debe entender que en Huelva se haga muy difícil confiar y sentir orgullo de un Gobierno español que no ha sido capaz de construir ni licitar ni proyectar un solo centímetro de alta velocidad en la provincia frente a los 4.000 kilómetros en el resto del país, esa fabulosa red nacional que empieza, hace 32 años, a sólo 90 kilómetros de Huelva, tan importante para algunas cosas y tan castigada para muchas más.
¿Cómo confiar y sentir orgullo del Gobierno de España como potencia mundial en alta velocidad si ni nuestro presidente ni el ministro han dejado claro si consideran importante y prioritaria esa conexión transfronteriza en el sur? No sólo debe señalarse Portugal.
¿Cómo confiar en el Gobierno si tampoco se ha pronunciado sobre acercarse al Algarve con una primera fase entre Sevilla y Huelva, que avance esa conexión hispano-lusa y saque de su aislamiento a una de las provincias más necesitadas de España?
¿Cómo confiar si ni siquiera el ministro ha venido a dar soluciones a sus muy deficientes conexiones ferroviarias actuales pese a haber prometido una visita en el mes de junio, tres meses atrás?
¿Es todo esto una señal de interés y prioridades, como se le exige a Portugal para esta conexión?
El compromiso del Gobierno de España con Huelva, también en este caso, debe ser real, firme y efectivo. Así lo esperamos los onubenses de nuestro Gobierno, el de todos los españoles, entre los que también estamos. Y por eso mismo le reclamamos atención, respeto y dedicación. Con toda la urgencia que la terrible situación de esta provincia requiere. Al menos con la misma celeridad que el propio Gobierno se marca cuando da fechas y se ofrece a responder en persona y en el territorio, como el ministro Puente iba a hacer en junio para hablar de trenes, o como la ministra Margarita Robles tiene pendiente inaugurar el CEUS desde hace meses también.
Pero aquí ahora no se trata de Portugal sino de Huelva. No se trata de una pregunta “mal formulada” esta semana sino de una oportunidad de contarles a los onubenses un compromiso con ellos y con una mejora de las conexiones ferroviarias que el Gobierno reconoció deficientes en Huelva y necesitadas de soluciones.
Huelva –no sólo la diputada Verano– se quedó pendiente de la respuesta del ministro en el Parlamento. Es allí donde hay que darlas al pueblo que vota y elige a sus representantes. A los de todos los partidos, propios y ajenos. Y ya también, para hacer más liviana la espera de esa visita pendiente a la propia provincia.
Está claro que la pregunta parlamentaria de Bella Verano formaba parte de una pugna entre partidos rivales. Pero, retórica al margen, no se olvide nadie, ante todo, que ésta es la herramienta política existente para rendir cuentas a la ciudadanía de temas de interés, a través de sus representantes en el Congreso. Y eso merece todo el respeto, toda la seriedad y todo el rigor en la información proporcionada, más allá de la dialéctica parlamentaria actual, que, dicho sea de paso, muy lejos queda de la brillantez recogida en aquellas excelentes crónicas parlamentarias del maestro de periodistas onubense Víctor Márquez Reviriego.
Huelva necesita respuestas. Y en ellas, voluntad, compromiso y acción. El hartazgo es absoluto con las evasiones, los mensajes crípticos y partidistas, y las palabras vacuas que profundizan esa nada en la que vagan las demandas y las ilusiones de todo un territorio, pese a su enorme potencial para el desarrollo propio y de todo el país.
No merece este trato una provincia con tanta historia para España, pero desposeída de reconocimiento y respeto. Ahora es una tierra clave para Europa, estratégica para su desarrollo gracias a sus minerales críticos, su producción energética y química, su infraestructura aerospacial, su riqueza medioambiental, agrícola, y ganadera, su importancia portuaria, su peso en el comercio exterior... Es más que suficiente para que sea correspondida en sus demandas con unos servicios básicos, propios de esta época y que la equiparen al resto del país, incluso al que disfruta de privilegios sin una aportación tan valiosa como la onubense al país.
Es hora de dar respuestas buenas. Y de tender la mano todas las partes, dejando aparcadas la soberbia y la mala política para atender a una provincia que no merece que se le siga marginando.
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