¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
Vivimos un año en que todo se magnifica, lo bueno y lo malo. Con un verano caluroso, calurosísimo, donde el clima se magnificó en una ola que deseamos olvidar, en una triste guerra por Gaza y Ucrania, que nos está demostrando la falta definitiva de la razón humana en emplear el diálogo y la buena voluntad; en un desgobierno lleno de impunidades, falta de ética y repleto de escabrosidades, que nos está deparando un futuro incierto, donde ya no sólo se le ven las orejas al lobo, sino también el rabo.
Y ahora, tras los recoletos días festivos en honor de la Patrona, a esperar la llegada tan deseada de la Procesión Magna.
Está visto que a los andaluces, especialmente, sacar imágenes en procesión, airear devociones en público y disfrutar de nuestras tradiciones de religiosidad popular, nos encanta.
“La Magna”, como todos la llamamos, no deja de ser un aldabonazo en la alegría jubilar del año que celebramos bajo el lema de la Esperanza. Es en esa esperanza de paz y bien, en la que basamos lo mejor de cara a los nuevos tiempos, cada día más negro en determinados aspectos.
Pero antes de que ese espectáculo devocional sea una realidad, yo me agarro a otra gran cumbre de alegría popular, auténtica magna del sentimiento y el amor onubense: la presencia en la ciudad, en sus calles y en sus templos, de una imagen chiquita pero gigantesca en el cariño de todos nosotros.
Nuestra Patrona, la Virgen de la Cinta, nos cubre nuevamente en su manto de septiembre.
Para el recuerdo y la historia quedarán los cambios surgidos, este año, en las fechas tradicionales de la bajada y de la vuelta de nuestra Patrona a su Santuario.
La antigua Feria de la Cinta queda ya en un viejo y desvaído clisé de nuestros viejos recuerdos. Ahora los nuevos lugares de celebración, la multitud de personal que mueve las fiestas, los conciertos, la programación de actos, etc. surgen con potencia para las nuevas generaciones. Lo de ayer es, como diría en términos cinematográficos mi querido y admirado Vicente Quiroga: un fundido en negro.
Los nuevos tiempos imponen sus exigencias, y como la corriente es grande y lo más seguro es nadar a favor, hay que aceptarlo con jovialidad pensado en la nueva Huelva, que muchos ya no veremos, pero que mantiene su ancla reposando en el fondo de un río Odiel eterno.
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