
La firma
Antonio Fernández Jurado
Soledad sobrevenida
Voces nuevas
"La vida es maravillosa, precisamente, porque tiene fin”. Quería empezar la columna de este viernes con una frase que dejó Vargas Llosa en una de sus últimas entrevistas para la BBC. Y no solo por mantener vivo mi espíritu reflexivo a lo Paulo Coelho, -como me decía en tono burlón un antiguo compañero-, sino por el significado de esta afirmación como legado del Nobel. El último de los gigantes del llamado ‘boom’ latinoamericano, al que también pertenecieron figuras como Gabriel García Márquez y Julio Cortázar, dejó mucho de lo que aprender.
Hoy, buscando recortes de prensa, noticias e historias sobre las que inspirarme para escribir la columna, me encontré con uno de sus últimos testimonios. Le contaba a la prensa que a él lo que más le entristecía de una persona era que se muriera en vida, que perdiera la curiosidad, las ilusiones, que se pusiera a esperar la muerte. “Porque una persona que se pone a esperar la muerte ya está muerta”. Por contra, decía que “la mejor manera de mantenerse vivo es manteniendo despierta la curiosidad, no solo por el entorno, sino por aquello que está más allá, más lejos, aquello sobre los seres humanos o sobre la problemática de nuestro tiempo”.
Cuando hace unos días conocí la noticia de su muerte observaba embelesada las hazañas que había logrado e imaginaba la creatividad sin medidas con la que tuvo que nacer para llegar a ser quien fue. Sin embargo, hoy, al dar con esta entrevista, me he sentido extrañamente cerca de él. Vargas Llosa no tenía la sensación de que esto de escribir fuera un trabajo. “Realmente escribir para mí es un placer, aunque no siempre me resulte fácil”, decía. Él confesaba que nunca había concebido escribir nada a partir de un simple movimiento de la imaginación. “En mi caso la creatividad no funciona así. Mi punto de partida es siempre alguna experiencia vivida”.
En este Viernes Santo, al que llego exhausta de sones cofrades y de largas horas ante el ordenador, recurro al escritor para recordarme que siempre puedo encontrar la inspiración, si no en las historias de mi propia vida, como él decía, en la literatura. Porque “cuando la realidad se vuelve irresistible, la ficción es un refugio. Refugio de tristes, nostálgicos y soñadores”.
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