
Envío
Rafael Sánchez Saus
Violencia consentida
Paisaje urbano
Para los que aún guardamos cierta simpatía al Estado de Israel por lo que sufrieron los judíos durante el Holocausto; para los que sentimos como cercana la religión judía (nuestros hermanos mayores en la fe, decía el papa Juan Pablo II) y apreciamos su compromiso hasta en los más mínimos detalles; para los que simpatizamos con el discurso apaciguador y valiente de políticos como Isaac Rabin, que pagaron con su vida las contadas esperanzas para la paz; para nosotros, en fin, nos resulta especialmente difícil no sólo ya justificar, sino incluso disculpar, la política de hostigamiento contra la población palestina en Gaza, ahora extensible a Cisjordania, que desde los crímenes del fatídico 7 de octubre de 2023 (es terrible como caen a plomo las fechas en la historia de Israel) lleva a cabo el Gobierno de Benjamin Netanyahu.
Hablan las crónicas de los reporteros desplazados allí de sesenta mil muertos por los bombardeos indiscriminados sobre la población indefensa, una gran parte niños, ilustradas con fotografías que reproducen el espanto de las condiciones en que sobreviven los que pueden a ese tormento diario. Justifican algunos estos excesos intolerables con el argumento del mal necesario para alcanzar ese objetivo a modo de redención que es la derrota de Hamas y demás grupos terroristas financiados por Irán, pero es tanto el dolor infligido que hasta organizaciones humanitarias pro israelíes han puesto el grito en el cielo. Donald Trump no ha llegado a tanto, pero sí ha denunciado la responsabilidad de Israel en la generación de las hambrunas que asolan la franja, y su despiadada resistencia a facilitar la ayuda humanitaria desde el exterior.
Todos sabemos las dificultades existentes para encontrar una solución a la guerra permanente en Oriente Medio, a lo que no ayuda el perfil de los gobernantes de la hora, tan lejanos en la forma y en el fondo a aquellos otros que abrieron puertas a la esperanza con los acuerdos de Oslo. Pero las circunstancias actuales añaden un matiz nuevo que sólo por ello debería activar todas las respuestas de la comunidad internacional, cual es el intento de exterminación de un pueblo determinado. La falta de contundencia y la debilidad mostrada por los presuntos garantes de la seguridad internacional se revelan como uno de los principales males de nuestro tiempo.
También te puede interesar