Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Zamiatin
Es famosa esa escena de La vida de Brian. Los aguerridos revolucionarios del Frente Popular de Judea o los del Frente Judaico Popular, que ya no lo recuerdo demasiado bien, están dispuestos a sentar las bases de su lucha sobre el argumentario irrefutable del escaso saldo que los romanos aportaron a la civilización. Ya saben aquello de los caminos, el acueducto, el alcantarillado, la irrigación, el derecho, la lengua o el vino. Al final resulta que cuando uno se sacude los prejuicios, la roña preconcebida y opone los datos a los falsos profetas acaba encontrándose con una realidad incontestable. Ocurre algo muy parecido con la ciencia, y especialmente con la industria. Es más sencillo denigrar que argumentar.
Podríamos hacer un sencillo ejercicio durante 24 horas. Eliminemos de nuestras vidas todo lo que la industria y la ciencia reportan a nuestras vidas. Después el que llegue a la noche que valore si prefiere la vida que le espera o prefiere recuperar ese nivel de bienestar que nos vino heredado por arte de gracia. Hay que ser exigentes, pedir un compromiso absoluto en materia medioambiental y tratar de reducir al mínimo el impacto. No creo que haya un sector que invierta más que el industrial ni más restringido por la legislación. La evolución del sector en Huelva es un vivo ejemplo del equilibrio al que debemos aspirar.
Defiende la divulgadora científica Deborah García Bello con razón que hay una carencia importante de cultura científica. La población no valora de forma justa porque desconoce tanto los procesos como el resultado. Se ha generado una conciencia simplista que tiende a considerar que las cosas nos vienen dadas porque sí. Si te plantas en la barra libre de las redes sociales ya la batalla de los haters es encarnizada. Vivimos todavía los últimos coletazos de esa pandemia que nos mostró ante un apocalipsis que no creíamos posible. Por suerte tuvimos a la ciencia y la industria de nuestro lado. Somos sus hijos. Lo es nuestra sociedad desde bajamos del árboles para comenzar a poblar el planeta, encendimos el fuego para calentarnos y empezar a contaminar.
Vivimos un tiempo apasionante, único. Las administraciones, la industria y la ciencia tienen que alinearse para trabajar de forman conjuntas en una revolución energética que avance en la neutralidad de emisiones, medios más limpios de producción y el aprovechamiento de los recursos de forma inteligente. Es el reto de nuestra generación. Los del Frente Judaico Popular o los del Frente Popular de Judea pueden seguir mientras con su batalla.
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