Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

El grifo de Rabat

Marruecos maneja desde hace años las oleadas de pateras en el Estrecho para presionar a España

Acostúmbrense a oír hablar de la emigración como un problema sin solución. Lo será durante muchos años porque es el reflejo nítido del orden mundial injusto que se ha consagrado en lo que llevamos de siglo. África -lo decía Jerónimo Páez el domingo en un artículo es este periódico- es un polvorín demográfico que ya está explotando. La onda expansiva es lo que estamos viendo cada día llegar a nuestras costas y desbordar todos los dispositivos de asistencia que se puedan montar. Únase a ello las consecuencias del cambio climático que se van a dejar sentir con mucha mayor virulencia en los próximos años y otros factores que tampoco son pequeños, como la lógica aspiración a una vida mejor que siente cualquier chaval sepultado por la miseria: en el mundo globalizado en el que vivimos, el escaparate del paraíso está en la pantalla de un teléfono móvil. Y cuando se huye de la pobreza no valen vallas ni mares.

Nos queda mucho por ver. Seguirá habiendo tragedias en un Mediterráneo que se está convirtiendo en un enorme cementerio. Habrá, no lo duden, brotes populistas y xenófobos en países europeos que hasta ayer creíamos baluartes de los derechos humanos. Véase Italia, pero no pierdan de vista a otros de nuestros socios de la UE, incluida Alemania. Lo del Aquarius de la semana pasada no dejaría de ser una anécdota entre cientos si no fuera porque quizás sea un símbolo claro de cómo el corredor establecido entre las costas de Libia y las de Italia se le complica a las mafias que controlan el tráfico de personas y la presión se desplazará hacia el occidente del Mediterráneo, precisamente donde estamos nosotros.

¿Y qué nos queda esperar dentro de este convulso panorama a los españoles y más concretamente a los andaluces? Pues todo lo que se deriva del panorama hasta ahora sucintamente expuesto y mucho más. Ese mucho más tiene que ver con la utilización que hace Marruecos de las oleadas de pateras con fines políticos. Nuestro vecino tiene esta particular forma de entender cómo y para qué ejercer presión sobre el Gobierno de Madrid. No es un secreto porque viene pasando desde hace años: Rabat maneja el grifo de la presión migratoria en el Estrecho a su conveniencia, tanto para poner sordina a conflictos internos como para obtener concesiones de España, tanto en asuntos bilaterales como europeos. La última ofensiva, la que el pasado fin de semana provocó una oleada pocas veces vista de pateras, hay que leerla en esa clave. Y vendrán otras muchas en el futuro.

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