¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
Esta fuerza de la naturaleza nació en Catania en 1924, en una Sicilia áspera y luminosa, entre el mar que parecía un espejo y los barrios donde la moral se heredaba como se heredan los muebles de la abuela. Con una familia que ya rompía moldes, en su casa la palabra libertad no era un lujo, sino el aire que se respiraba. En ese entorno que combinaba rigor obrero y pensamiento crítico, Sapienza comenzó a forjar su propia manera de ver el mundo, siempre a contracorriente del camino marcado.
No sé quién elegiría el nombre de la niña, si el padre o la madre, pero se quedaron bien a gusto. Los goliardos eran clérigos o estudiantes vagabundos de la Edad Media conocidos por su vida irregular y bohemia. Se caracterizaban por su poesía, que a menudo era satírica e irreverente, y cantaban sobre temas como el vino, el amor y los placeres de la vida.
Goliarda, haciendo honor a su nombre, se trasladó a Roma para formarse como actriz y encontró en el escenario una forma de vida, pero también la certeza de que había algo que le apretaba más por dentro. La escritura se convirtió entonces en el territorio ideal para desplegar su rebeldía y su deseo de narrar lo humano sin filtros. Así llegó El arte de la alegría, la novela que tardó décadas en ser comprendida y que hoy se lee como una declaración feroz de independencia.
La relación entre la biografía de Sapienza y su territorio de origen es clave para entender el choque que produce su obra. Sicilia es hermosa, sí, pero también es una tierra profundamente marcada por tradiciones rígidas y familiares que han dirigido durante generaciones el sentido de lo permitido. De ahí que la escritura de Sapienza sea casi un acto de insumisión, una ventana abierta en una casa de puertas cerradas. Ella escribe desde el margen, desde la contradicción, desde una identidad que se niega a ser encorsetada. Y esa obstinación la conecta con debates actuales sobre libertad personal, expresión de género y diversidad afectiva. Su obra es una especie de anticipo, un pálpito literario de las discusiones que llegarían décadas después.
Como dijo Goliarda, “nunca te niegues a ver los aspectos desagradables de la vida; al permanecer invisibles, se magnifican y se transforman en demonios irreprimibles”. Su nombre, su vida y su obra son un faro que invita a atravesar las sombras con valentía, a no domesticar los deseos, a desafiar los moldes impuestos y a reclamar cada instante de existencia como auténtico e irrepetible. Sé como Goliarda, pero no le pongas nombres raros a tus hijos; ya tienen bastante con el mundo que les ha tocado vivir. ¡Feliz jueves!
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