Las recientes celebraciones del final de la I Guerra Mundial y la firma de la paz, también conocida como El Armisticio de Compiègne, me recuerda a una serie de escritores estadounidenses, algunos de los cuales combatieron en aquella apocalíptica conflagración. Fue la llamada "generación perdida", la lost generation, denominación que se debe a Gertrude Stein, escritora estadounidense de novelas, poesía y teatro, considerada iniciadora de la literatura modernista y afincada en París el resto de su vida. Estos escritores fueron John Steinbeck, Ezra Pound, Ernest Hemingway, Erskine Cadwell, Sherwood Anderson, John Dos Passos, William Faulkner y Francis Scott Fitzgerald. Una trayectoria literaria considerada como naturalista o de realismo social de Estados Unidos.

La mención de la escritora la refiere Hemingway, en sus novelas Fiesta (1926) y París era una fiesta (1964). El más famoso del grupo, no siempre por razones literarias, participó en la I Guerra Mundial como conductor de ambulancias al igual que John Dos Passos, William Faulkner fue piloto de aviación, John Steinbeck y Erskine Cadwell, corresponsales -el primero lo haría también en la II Guerra Mundial, fruto de lo cual sería Bombas fuera: Historia de un bombardero (1942)- y Scott Fitzgerald, que se alistó en el ejército pero la guerra terminó días después y no llegó a intervenir. Aparte de esta implicación bélica vivieron en París y en otros lugares de Europa durante la gran conflagración durante gran parte de los años que duró.

Es difícil destacar una figura sobre otra de esta generación de creadores literarios que hicieron historia. En una precipitada glosa empezaría por John Steinbeck, un narrador mítico comprometido con la causa de los más desfavorecidos de la que son emblemas dos de sus más importantes novelas: De ratones y hombres (1937) y Las uvas de la ira (1940), llevadas al cine por Gary Sinise en 1992 y John Ford el mismo año de su publicación con notable éxito. Steinbeck estuvo muy implicado en el cine como guionista de sus obras como La perla (1948), filmada por Emilio Fernández, El indio Fernández, ese mismo año; Al este del Edén (1952), dirigida por Elia Kazan y para el que escribiera el guión de su película ¡Viva Zapata!, también en 1952.

La fama de otro de los grandes escritores de este grupo, Ernest Hemingway fue notable en España, tanto por su afición taurina - escribió Muerte en la tarde (1932), una visión muy personal y perspicaz del toreo, que también mencionaba en Fiesta y en otros magníficos relatos-, como su referencia a la guerra civil española, vivida en sus diversas vicisitudes, cual se narra en su novela Por quién doblan las campanas (1940). Además de prolífico novelista, como periodista y corresponsal de guerra tiene toda una trayectoria brillante y ejemplar, modelo para quienes nos dedicamos a esta profesión. Su narrativa es tan apasionante como lo fue su propia vida.

John Dos Passos es otro de los grandes nombres de esta lost generation. También periodista, viajero incansable -visitó España en diversas ocasiones y dejó de ello una certera visión como se lee en su obra Rocinante vuelve al camino (1923)-, resulta esencial en el análisis de estos narradores norteamericanos. Comprometido e independiente, nunca dudó en dejar clara su postura, por ejemplo, cuando se mostró contrario a la ejecución de los tristemente famosos anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, epígonos de las reivindicaciones sociales y laborales, que le proporcionó amargas contrariedades y condenas. Su novela Manhattan Transfer, publicada hace setenta y cinco años no pudo leerse en español hasta cuarenta años después gracias a una edición argentina, como tantas otras.

William Faulkner es otro de los singulares narradores estadounidenses. De una prosa inconfundible y una expresión muy personal, prolífico en novelas y relatos, incluso en guiones cinematográficos -entre los más insignes El sueño eterno (1946), del gran Howard Hawks-, varias novelas suyas fueron llevadas a la gran pantalla, destacando títulos tan notables como El largo y cálido verano (1958), El ruido y la furia (1959), dirigidas por Martin Ritt- hubo otra versión en 1985-; Réquiem por una mujer (1961), de Tony Richardson y Los rateros (1969), de Mark Rydell. Reconozco mi insistente fijación cinematográfica. No en vano he sido crítico cinematográfico durante más de cincuenta años. Pero es que el cine ha contribuido a divulgar y popularizar sus creaciones.

Buena prueba es la de otro de estos escritores, Francis Scott Fitzgerald, el autor de El gran Gatsby (1926), de la que se han hecho dos versiones fílmicas: 1974, dirigida por Jack Clayton con Robert Redford como protagonista y Francis Ford Coppola en el guión y 2013, realizada por Buzz Luhrman, protagonizada por Leonardo DiCaprio. Fitzgerald fue el más característico de esta "generación perdida", también llamada jazz age o flaming youth, génération du feu en Europa. Otras obras suyas fueron adaptadas al cine como El último magnate (1976), de Elia Kazan y abundó en los guiones cinematográficos, adaptando en 1938 la biografía de María Antonieta de Stefan Zweig para la película dirigida por W. S. Van Dyke. Víctima de la bebida, hundido y olvidado, en su novela Tierna es la noche (1934), dejó la impronta socializante del New Deal y el mito de la riqueza. Fue el más cinematográfico de esta generación.

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