El Malacate

Javier Ronchel

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El futuro portugués de Huelva

La provincia onubense debe aprovechar la oportunidad actual de Andalucía para aliarse con el Algarve y crear un sólido eje económico en el sur que sume al desarrollo de España y Portugal

El futuro portugués de Huelva

El futuro portugués de Huelva / Canterla

La aspiración de Huelva a tener una conexión ferroviaria de alta velocidad con Sevilla se ha encontrado en los últimos tiempos con un valioso aliado, inesperado, que ha devuelto la esperanza de que las promesas del pasado puedan cumplirse en algún momento de esta década. Cuando desde esta provincia se miraba a Bruselas, pendientes de la inclusión en uno de los corredores que trazarán el futuro logístico de Europa para no quedar arrinconados, han venido desde Portugal a reclamar que el Algarve es parte también de la UE, que tampoco quiere quedar aislado en la esquina suroccidental y que necesita igualmente de esa salida al norte del continente. Nos han recordado que Europa no empieza en los Pirineos sino aquí al lado, pegada a Huelva. Y es aquí donde tenemos a la Europa más valiosa por cercana, la aliada con la que siempre debimos contar, la mejor para ir siempre de la mano a los centros de decisión de la UE.

En la cuestión ferroviaria se ha convertido ya en la única solución al ostracismo actual, abandonada Huelva, una vez más, por este Gobierno que ha encerrado en un cajón del Ministerio para la Transición Ecológica, sin explicaciones asumibles, un proyecto de conexión efectiva con Sevilla que acabe con ese viaje decimonónico que sorprende a cualquier visitante y que lastra en buena parte el progreso de esta tierra.

Hace casi 40 años que se clausuró la línea que llegaba hasta Ayamonte, detenida por la barrera del río. Antes que buscar su viabilidad con una salida a la vecina Portugal se optó por acabar con el servicio que subsistió en los últimos años por un proclamado interés general para Andalucía. Después, ni eso. Y mientras, en la vecina Vila Real de San Antonio, hay vías terminales que dan la espalda también a España, aunque aspiran a continuar algún día por encima del río y acabar con un aislamiento realmente impropio de la Europa actual.

En la última Cumbre Hispano-Lusa hubo un cambio. Leve pero novedad, al fin y al cabo: España por fin admitió esa conexión Sevilla-Huelva-Faro como posibilidad de futuro y ambos gobiernos se comprometieron a estudiar la viabilidad de la reclamada vía de alta velocidad ferroviaria. Como si no fuera suficientemente viable sólo por la puerta que abre en los dos sentidos para dos territorios muy necesitados de crecer.

Aquí sabemos de la importancia de una infraestructura para dar paso al desarrollo de las potencialidades económicas del territorio. Tanto el portugués como el andaluz lo hicieron hace 30 años cuando el Puente Internacional del Guadiana acabó con siglos de aislamiento al unir Ayamonte y Castro Marim por carretera. Hasta entonces sólo era posible el tránsito por carretera entre países por el paso de Rosal de la Frontera, ahí donde siempre hubo Comisaría de Policía y podían expedirnos el DNI, como en Ayamonte, antes de que llegara Schengen. Con la apertura de las fronteras dentro de la UE todo cambió. Pero lo hizo, sobre todo, cuando tuvimos la posibilidad de pasar a Portugal o a España con nuestro propio coche, sin ferris ni colas interminables, con toda la libertad de quien circula y para donde quiere. De quienes mueven sus mercancías como a la provincia vecina, dando más sentido a este gran proyecto de progreso que es la Unión Europea.

Porque realmente no se trata del AVE. Aunque pueda ser una piedra angular para lo que queda por delante. Ha llegado el momento de que España mire a Portugal de verdad, y muy especialmente Andalucía al Algarve. Que ambas se miren mutuamente como dos regiones que, más allá de pequeños proyectos de cooperación transfronteriza para sus municipios vecinos, entiendan que su relación puede dar como fruto  una conexión económica de primer orden, simbiótica y fundamental para la evolución de ambos territorios, en un momento en el que la competitividad, también en la propia UE, obliga a alianzas que permitan hacer frente a un futuro que debe desligarse de la dependencia de terceros países.

El eje Vigo-Oporto

En Galicia, en otra esquina peninsular, la noroeste, hace décadas que entendieron que éste era el camino. Han aprovechado el desarrollo industrial de la zona norte portuguesa y la presencia de la segunda ciudad del país para crear un eje Vigo-Oporto que supone más de tres cuartas partes de las relaciones comerciales y económicas entre España y Portugal. Mucho hizo en eso el desarrollo de autovías a ambos lados de la frontera para favorecer el movimiento de mercancías y el establecimiento de un potente motor de desarrollo que sostiene ambas regiones en buena medida. Y ahora, por supuesto, es la conexión transfronteriza de alta velocidad más demandada en Portugal, y también en Galicia.

Pero en el sur peninsular, Andalucía y Algarve no deben limitarse a asumir su rol como potencias turísticas y valiosos destinos vacacionales para el resto de Europa. Tienen ahora una oportunidad, más clara si cabe, de reclamar sus fortalezas también en el ámbito industrial y logístico, de hacer valer su posición estratégica para el continente e incrementar la intensidad de sus relaciones para establecer un gran eje económico del sur peninsular, en una fuerte alianza tan beneficiosa para Europa como para las dos propias regiones y países.

En Extremadura, como en Galicia, también lo tienen muy claro, y vienen reclamando hace tiempo su protagonismo en las relaciones hispanolusas con lo que han llamado el Eje Sur, en este caso, también, para impulsar desde Badajoz la conexión ferroviaria de alta velocidad entre ambos países. Saben que es el medio para romper su aislamiento, y más allá de mirar a Madrid, han encontrado una mano amiga portuguesa para ir a la costa atlántica; porque sólo hay dificultades, más obstáculos y dilaciones incomprensibles para salir al sur hacia Huelva, en el camino natural y más beneficioso para todos, que no siempre es el más rápido, por ignorado en la Administración.

No se trata de pelear con los extremeños, y sí de que andaluces y algarvios entiendan su vecindad como oportunidad única para asumir su condición motora de la economía de ambos países, otra más, que debe ser también muy importante para el impulso de la Europa común en tiempos convulsos que llaman a reconfigurar el escenario vigente hasta ahora.

Quizá no llegaremos a la Iberia que proponía Saramago pero sí hay que superar prejuicios pasados y entender que España debe aliarse definitivamente con Portugal; que Andalucía no puede obviar las grandes posibilidades que le da su condición fronteriza. Y en esas, Huelva debe aprovechar y estar preparada para saltar con un trampolín que tanto necesita.

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