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No somos iguales. Aunque a todos los seres humanos nos deben de asistir los mismos derechos y deberes, luego cada uno de nosotros tenemos particularidades que nos diferencian y nos hacen únicos. Es precisamente sobre como gestionamos dichas diferencias, de lo que se concluyen las ideologías y modos de comportamiento de cada cual. Para algunos, la diversidad lejos de ser enriquecedora, es inaceptable. Para otros, comportamientos así pretenden socavar el derecho a ser lo que ellos sienten que son, y tratan de imponer su determinada mirada al mundo sobre las demás. Ambos comportamientos chocan y se revisten de ideas envueltas en patriotismos que la geografía y los hábitos culturales convierten con el paso del tiempo en dogmas identitarios. Y así llegamos al delirio de pensar, que el hecho casual de nacer en un determinado lugar bajo las nubes, es un mérito que nos concede derechos de los que carecen quienes no lo han hecho.
Incapaces como somos de entender todo aquello que gravita sobre nuestras cabezas , hemos parcelado la Tierra en fronteras físicas y legales que nos separan y enfrentan ; algo absurdo que cualquier pájaro por insignificante y corto que sea su vuelo sabe que es así , porque ellos , las nubes , los vientos , las tormentas o los amaneceres , no necesitan de banderas , ni pasaportes para ser lo que son , y se mueven libremente por el mundo sin atender a las alambradas que los humanos construimos artificialmente sobre el mismo suelo por el que caminamos. La patria de los pájaros es el vuelo; la de los vientos y las nubes, los Cielos sin fronteras. Hace años se hizo popular el slogan de España es diferente; ahora ha sido sustituido por proclamas de fe identitaria cada vez más pequeñas. Nuestras diferentes sensibilidades culturales son imprescindibles para conformar el bellísimo arco iris multicolor del que todos formamos parte al unísono. Nuestras diferencias resaltan nuestros colores y los de los otros. Pero hay quienes desean que la vida sea un muro de un único color: El suyo. Y así se pasan la vida discutiendo sobre quien tiene la herida más grande. Cuando este siglo finalice, nuestros nietos se preguntarán por qué sus abuelos perdimos tanto tiempo en dar valor a lo único de lo que no tenemos mérito, ni culpa alguna. Porque ser de aquí o de allá, puede conllevar suerte o desgracias, pero siempre es producto de la casualidad.
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