Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Zamiatin
AUNQUE pueda haber pasado desapercibido para muchos ciudadanos no conectados directamente con el mundo rural, durante la semana pasada Huelva ha sido protagonista de un acontecimiento agrario de primerísimo nivel: el Congreso Nacional de Comunidades de Regantes. A los cien años de la celebración del primero, la organización de este congreso fue confiada a la Comunidad de Regantes de Palos de la Frontera, que ha cumplido su tarea de forma ejemplar, a plena satisfacción de los más de mil congresistas llegados desde toda España, que encontraron una ciudad amable y acogedora, además de un foro para debatir sus problemas y exponerlos ante la flamante ministra de Agricultura.
Lo primero que encontraba el visitante al acceder a la Casa Colón, sede del congreso, era una espléndida selección de fotografías en las que la fresa era la estrella indiscutible, demostración palmaria de que a las reconocidas cualidades gustativas y nutricionales de esta fruta, hay que añadir una plástica de belleza espectacular, en la que forma y color prometen sensaciones cálidas, apasionadas,…
Sobre los orígenes de la fresa en Palos mantuve estos días una interesante conversación, en la que conocí detalles de su cultivo antes de la Guerra que siempre vacilo en llamar Civil. Entonces las plantaciones se conservaban año tras año, pero inevitablemente quedaron abandonadas durante los años de la contienda. Terminada esta, se encontraron unas cuantas plantas que habían sobrevivido al beneficiarse de la humedad de un arroyo cercano y que, con su multiplicación, propiciaron la recuperación del cultivo tradicional. Ya en los años 50, Alberto, que tenía siete años, recuerda que en verano, de noche, antes de la amanecida, acompañaba a su padre desde Palos al Coto de Su Excelencia, así llamado porque allí iba a cazar Franco. Con los mulos cargados con bidones de agua, tardaban hora y media en llegar al lugar donde mitigaban la sed de las plantas vertiendo sobre ellas, una a una, con una lata (¿riego localizado?) el precioso líquido que les permitiría soportar la sequía estival hasta la campaña siguiente. Cuando en primavera llegaba la recolección, su tío, Juan Robles, medraba vendiendo las fresas en la Feria de Sevilla; no le fue mal, por lo que le apodaron el Niño de Plata. El propio Alberto Garrocho, hoy presidente de Freshuelva, me cuenta esta anécdota de la temprana historia de la fresa onubense.
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