Financiación corrupta

09 de octubre 2025 - 03:05

La historia de la corrupción en la democracia española, que no es precisamente escasa, está ligada de forma muy estrecha a la de la financiación de los partidos. Desde los tiempos lejanos de Felipe González y la trama de Filesa hasta las actuales chistorras de Ábalos y sus amigos se puede establecer una línea de continuidad en la que PP y PSOE aparecen turnándose en los principales escándalos y a la que también se asoman nacionalistas vascos y catalanes. Es decir, toda aquella fuerza política que ha tenido mando en plaza ha sucumbido a la tentación de llenar sus siempre mermadas arcas con prácticas que se salían de lo legislado. Y otra constante que acompaña a esa tendencia es que los partidos han encargado esas actividades fuera de regulación a individuos de perfiles cutres, dados a meter la mano en su propio beneficio y con tendencia a dejar rastros de sobresueldos, comilonas, putiferios y demás excesos.

El problema, se quiera ver o no, es que el sistema democrático, por un pudor que cuesta trabajo entender, no ha querido abordar con la seriedad que se merece la cuestión del dinero de los partidos. Hay que partir de una evidencia: las cuotas de afiliación, que no paga casi nadie, las subvenciones por resultados electorales y las donaciones reguladas son insuficientes para mantener la costosa maquinaria burocrática de los partidos y para afrontar la catarata de gastos que supone una campaña electoral, el mantenimiento de sedes o los centenares de nóminas que tienen que pagar.

Los últimos cuarenta años de vida política nos enseñan que es fácil caer en la tentación y ver en las mordidas, tan pronto como se ocupan despachos de poder, una solución a las penurias económicas. Y la tentación vive en sitios diversos, desde la licitación estatal de obra pública hasta las concejalías de urbanismo de ciudades importantes.

Se podrá seguir cerrando los ojos y nos seguiremos llevando las manos a la cabeza cada vez que se desvele un caso. Pero hasta que se aborde de forma seria una normativa clara y eficaz que regule la financiación de los partidos seguiremos asistiendo a episodios de corrupción asociados a este asunto. Y lo mismo ocurrirá hasta que no se deje claro en la legislación que tan corrupto es el que coge el dinero como el que lo pone encima de la mesa y mira para otro lado.

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