La fiambrera

No avanzamos, sólo el aumento de población y del nivel de vida nos salvan de la quema

Allá que íbamos a pasarnos las horas jugando en la arena, darnos un chapuzón y zamparnos el costo de aquellas cacerolas de aluminio. Era verano y nosotros, chiquillos con sueños de inocencia, curtidos al sol y ajenos al boom turístico, estábamos ajenos al nuevo modelo progresista, generador de bienes y servicios. Casi na al aparato.

De aquella playa con toldos de cañizo, charquitos, almejas de burro y casetas de baño a este fenomenal encuentro con una masa consumista que demanda ampliar el horizonte hacia otras áreas innovadoras, atractivas y emergentes, en busca de nuevas experiencias ajenas al viejo, "sol y playa", va todo un mundo.

Nos queda la fantástica huella de la naturaleza, desde los bajos del Guadalquivir hasta Canela, allí donde se hace guardiña el Guadiana.

Pero esa maravilla no es bastante para el impacientado turista que propone un abanico amplio donde desarrollar el ocio activo, alternando deportes, cultura y entretenimiento. Así pues, ojo, vamos a paso lento y como expone el presidente del Consejo Turístico de la Foe, una vez más estamos a la cola de Andalucía y no todo se debe a la falta de "infraestructuras", de donde se deduce que algo falla en el planeamiento y la estrategia. Nada extraño.

Con tanto Patronato, Diputación, ayuntamientos y tantas competencias transferidas a las delegaciones de la Junta, resulta incomprensible e inaudito que estemos tiesos.

Así, no es posible superar la estacionalidad ni salir del círculo vicioso que nos relega al último rincón.

No existe un horizonte capaz de transferir la huella de tantas civilizaciones milenarias, ni la inmensa riqueza etnológica, medioambiental, histórica, cultural... De superar la nada. No es posible. Y así, retornamos de nuevo hasta la paradójica ciudad desconocida, de donde nunca hemos salido.

Lo que prima es lo mismo, fuegos artificiales. No avanzamos, sólo el aumento de población y del nivel de vida nos salvan de la quema.

Si observamos, lo único que cambia es la apariencia. Es el mismo escenario, los mismos personajes. Pasa el tiempo y el mañana se aleja. Mientras, los responsables saben que lo importante es mantener el decorado y para ello vuelven los ojos a Lampedusa y repiten: es necesario que todo cambie para que todo siga igual.

Dicho en cristiano, conservemos el espíritu de la fiambrera.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios