Aquella vieja expresión de que “los tiempos avanzan una barbaridad” es una deformación de “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, el verso más recordado de una canción de La verbena de la Paloma, zarzuela estrenada en 1894 que ha trascendido los límites de este género hasta llegar a nuestros días en boca del personaje de don Hilarión, creado por el dramaturgo Ricardo de la Vega y tan popular en aquel tiempo ya añejo que sus monólogos terminaron contaminando el lenguaje de las calles madrileñas y de otras capitales cercanas a finales del siglo XX, y más allá, durante sus ferias y fiestas.

Pero en tiempos de don Hilarión, las ferias estaban dedicadas a la trata y compraventa de animales, artesanía y aperos de labranza, como la de San Lucas que se celebra cada año en Gibraleón mediado el mes de octubre, y tuvieron que pasar décadas hasta que por estos pagos se empezaran a prodigar otros tipos de ellas, como las llamadas ferias de muestras, y ya en 1982 la primera edición de la feria de arte contemporáneo, Arco, puesta en marcha por la gran Juana de Aizpuru para que la modernidad llegase y se pudiera aposentar entre nosotros. Y a rebufo de aquel éxito de la feria de Madrid, surgieron más ferias de arte en otras capitales de provincia más o menos periféricas, como las de Toledo, Sevilla, Cáceres y Valencia, por citar sólo las que yo pude visitar.

Tal vez por ese gusto tan feriado que por entonces me embargaba, y que después fue decayendo con el paso y el peso de los años, cuando en las postrimerías de 2019 tuve aquel feliz episodio de locura transitoria, que contagié a un grupo de amigos tan fieles como cercanos, para poner en marcha la primera edición de la Feria Transfronteriza de Arte que se celebró en el CODAC de Gibraleón el último fin de semana de enero de 2020, tan sólo estaba poniendo en marcha un íntimo desafío derivado de mi gusto por las causas más románticas, aquellas que incluso pueden rayar en lo imposible, porque el rasgo que definía mejor el carácter indómito de nuestro proyecto, su espíritu transfronterizo, nos obligaba a tender puentes entre ambas orillas de la desembocadura del Guadiana, entre Gibraleón y Tavira. Con ese mismo argumento de seguir embarcados en aventuras tan osadas como románticas, cuando a mediodía del pasado domingo se clausuró en la bella Tavira la cuarta edición de la Feria Transfronteriza de Arte Contemporáneo con la presentación de los libros de Juan Cobos Wilkins y de J.J. Díaz Trillo, así como del coral Olontia como ficción con Alejandro Sanz abriendo la nómina de los veinte escritores que se inspiraron en las bellas fotografías de Francisco Durán, todos ellos editados por la Fundación Olontia, yo tuve una sensación de plenitud muy similar a la de un amor de juventud que la vida y el tiempo hubiesen confirmado, finalmente.

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