Una fábula en la feria

"Lo primero será llamar al de la motosierra para que nos tale quince o veinte arbolitos aquí, aquí y aquí -explicó, golpeando con un dedo grasiento tres puntos en el mapa"

Fábula en la feria
Fábula en la feria

15 de octubre 2025 - 03:06

Llegó a la mesa justo a tiempo de evitar que se le derramaran los cuatro vasos de cerveza, que sujetaba como podía con sus manos pequeñas y rechonchas, aunque no pudo esquivar el salpicón en la corbata. Trataba de limpiarse el manchurrón, que resplandecía como la luz de un candil sobre la deliciosa seda de color rojo, mientras buscaba con la mirada un poco de comida.

-¿Ya no queda casón?

-No es cazón, Migué -le replicó su amiga, que parecía manejar el cotarro-. Estos son choquitos fritos.

-Eso, chocos. Que buenos están, miarma.

-Aquí se dice “quillo”, quillo -suspiró, enfadada, la mujer.

-Perdóname, hija -se disculpó, burlón- pero es que ya no sé ni dónde estoy.

-Vayamos al grano. ¿Traes los planos?

Migué asintió y sacó un enorme rollo de papel que extendió sobre la mesa:

-A ver, os cuento. Lo primero que vamos a hacer será llamar al de la motosierra para que nos tale quince o veinte arbolitos aquí, aquí y aquí -explicó, golpeando con un dedo grasiento tres puntos en el mapa-. Después quitaremos las pistas estas de aquí, que tanto deporte tampoco es bueno -rió, cuñadísimo-. Hemos hecho cálculos y creemos que nos cabrían por lo menos ocho casetas más.

-Pero los chavales… -apuntó otra contertulia, recién llegada a la mesa.

-Ni pero ni pera -riñó ella-. No seas amargada, que la gente tiene que divertirse. Además, los chavales na más que traen gastos y dolores de cabeza.

-Ya, pero es que van a decir que el parque…

-¿Pero tú no ves cómo está el parque? Sucio, abandonao, llenito de maleantes…

-Claro, a ver qué esperáis, si nadie hace nad…

-Shhh -relató, desabrida, la otra- Tú deja que acabe y ahora hablamos nosotras. Sigue, Migué.

-Bueno, pues atentos: Como suponemos que nadie va a decir ni mu, nosotros seguiremos como si nada. Hemos pensado que en cuanto acabe el de la motosierra, ¡tacháaan! -dijo, dándole, con gran pompa, la vuelta al papel para mostrar el rústico plano de lo que parecía un patatal- mandamos a tomar por saco la fuente, la laguna y todo esto de aquí. Como si no hubiera existido nunca. Y en cinco años estamos saliendo todos en Telecinco, chavales.

-¡Maravilloso! -aplaudieron, entusiasmados, admirándose lo unos a los otros.

-Entonces, hay pacto, ¿no? -interrumpió el cuarto-. Gane quien gane, todos chitón, ¿capisci?

-Hay pacto -replicó el del manchurrón en la corbata-. Y a usted -continuó, mirando a la díscola contertulia- le ponemos eso del aerobic que tantas ganas tiene. Y le pintamos la sede, ¿le parece? -La otra asintió-. Y cójase una olivita o argo, mujer, que tiene mu mala cara.

-Aceituna, Migué. Aquí es aceituna -se oyó.

-Eso. Qué lío me tenéis.

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