En este perro mundo

El eterno retorno

Hasta el domingo se puede descubrir en Sevilla a Carlos Berlanga con un talento para la pintura y la ilustración tan extraordinario como el reconocido como compositor de canciones

Cuando el próximo domingo se clausure en Sevilla la exposición del eterno retorno de Carlos Berlanga que puse en marcha con obras de la Fundación Olontia y de la colección de Pedro Almodóvar, y que desde hace un año está itinerando por diversas ciudades de la geografía peninsular, se habrá cumplido uno de los más ansiados sueños de mi querido Carlos: que su talento como pintor e ilustrador se presentara en igualdad de condiciones que el de compositor de canciones que marcaron una época de transición en nuestro país y que –contra el pronóstico que mediatiza los éxitos surgidos en tiempos inciertos– aún perviven en nuestra memoria colectiva y, por tanto, ya están a un paso de convertirse en eternas, puesto que regresan una y otra vez a nuestras vidas inesperadamente, en los momentos más inesperados.

Para Carlos todas las disciplinas que servían para encauzar su talento creador debían estar situadas en un plano de igualdad, y tenían la misma importancia. Y por eso en todo momento él se sentía tan pintor como músico, ilustrador, escritor o dibujante de cómics: el orden de los factores no alteraba el producto final, que dependía tan sólo de sus circunstancias, de su estado de ánimo y de la disponibilidad de materiales. O sea, de tener a mano papel, lápices y acuarelas, o una guitarra, y las musas a su favor. O, por el contrario, su predisposición para descender los nueve círculos del infierno sin indicio alguno de arrepentimiento.

Con ese espíritu de contrastes, la exposición recoge una selección de sus pinturas, dibujos, obra seriada, y su única escultura conocida, junto a piezas de diseño gráfico y originales autógrafos de letras de canciones. Y, además, se presentan rarezas tales como una pintura inacabada, realizada a cuatro manos por Carlos y su progenitor, Luis García Berlanga, así como un cuaderno con bocetos y dibujos, un esbozo de carta autógrafa, y diversos materiales de trabajo.

El eterno retorno. El eterno retorno.

El eterno retorno.

La muestra se completa con una suite de retratos de Carlos realizados por los mejores fotógrafos de su generación, desde Alberto García-Alix y Jaime Gorospe a Miguel Trillo, y una selección de obras de una pléyade de artistas que estuvieron muy cerca de él en algún momento de su vida, desde Alaska y Pedro Almodóvar hasta sus siempre idolatradas Vainica Doble –Carmen Santonja y Gloria van Aerssen–, que componen un verdadero mosaico transgeneracional y nos ilustran sobre las inquietudes artísticas de aquellos años del entusiasmo.

Por todo ello, y aun a riesgo de que se me acuse de ser juez y parte por un día, les recomiendo ir hasta el sevillano y desacralizado convento de Santa Clara para disfrutar de este eterno retorno de Carlos Berlanga antes de que su tiempo acabe, y el lunes no sufrir obscenos indicios de arrepentimiento.

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