Decir que el PSOE se ha quedado grogui después de los resultados del 2 de diciembre puede parecer una obviedad, pero es necesario insistir en ello a la vista de que había aún algún iluso pensando que las negociaciones de PP, Cs y Vox iban a fracasar. Así que cuando esta semana se han firmado los acuerdos de cambio y se ha constatado que los 36 años de socialismo en la Junta tocan a su fin ha tenido lugar una segunda oleada de cabreo general en las huestes doloridas del puño y la rosa. Los primeros que braman contra la llegada de Juanma Moreno a San Telmo son los dirigentes socialistas, empeñados en denunciar un tripartito vergonzoso, vendido a la ultraderecha mientras son incapaces de articular dos palabras que justifiquen lo que su jefe -que aunque les joda los es- Pedro Sánchez tiene montado en Madrid para aprovechar la moqueta de La Moncloa. Escuchar a personas formadas e inteligentes reclamar ahora la lista más votada y hablar de pacto de la vergüenza cuando en el Gobierno se sustentan con socios aún más peligrosos sonroja. Primer error: considerar al votante andaluz como un infante con los pañales manchados.

Después de sus jefes van los parlamentarios, cargos, asesores y afiliados del partido, que llenan sus redes sociales con mensajes apocalípticos en los que se llevan la manos a la cabeza porque un pacto tan lícito como el que ellos mantuvieron en su época con PA, IU o Cs les haya sacado del poder. En este segundo escalón entran ya las descalificaciones gruesas a los votantes, plenas de memes en las que se considera que hay casi dos millones de andaluces rendidos ante los señoritos cortijeros, incapaces de leer y de aplicar las cuatro reglas. Casualmente, son los mismos andaluces que les mantuvieron esos 36 años en el machito los que hora carecen de formación y, en breve, pasarán a estar en una Andalucía atrasada y subsidiada por culpa de las políticas de la derecha. Segundo error: insultar a quien tienes que reconquistar en las urnas no lleva más que a la autodestrucción y la melancolía.

Menos mal que aún queda un tercer grupo que es capaz de admitir que lo que ha pasado se veía venir. Gente que se reúne con otra gente en busca de articular un discurso que los lleve vivos hasta las municipales. Personas que temen que la ola de diciembre se pueda convertir en tsunami en mayo y conduzca al socialismo andaluz y español hasta donde cantan los empedraores. Socialistas que se definen como tales por sus creencias, por su defensa del Estado de Bienestar y las conquistas sociales más allá de modas pasajeras que responden a lobbies y minorías gritonas. Individuos que imploran desesperadamente que sus direcciones regional y nacional dejen de hacer el ridículo, de ceder ante exigencias imposibles y les permitan luchar por mantener el poder municipal que aún ostentan. Lamentablemente este grupo es minoritario, como los galos de la aldea de Astérix. Y la cosa es que como en mayo la cosa vaya de destrozo se van a quedar todos, los que gritan y los que piensan, sin poción mágica. Y eso sí que sería el fin.

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