El mundo de ayer
Rafael Castaño
Formas de decir adiós
No sé si usted se mentaliza para vivir un nuevo curso o tal partido, sea clave o no, junto a su Decano. Yo suelo hacerlo. Aunque al final me autoengañe (porque sé que me autoengaño) me conciencio en la previa durante toda la semana/pretemporada/partido normal o partido decisivo que toque: “Qué más da si ganemos o perdamos, subamos o descendamos, esté el cutreheroico mandando, mi prima de Cuenca o no mande nadie, vamos a seguir ahí pase lo que pase; si va a estar la familia, estarán los amigos, seguiremos escribiendo, viajando, recordando… ¿Para qué sufrir? Si sólo es la jornada doce no merece la pena, ¿a que no? Claro que no. ¿Ganamos sufriendo? Vale. ¿Ganamos bien? Mejor. ¿Empatamos? Pues a seguir remando. ¿Perdemos haciendo el canelo? No sería la primera vez… así que, pase lo que pase en este partido, a verlo como el que oye de fondo un rezo tibetano. Esta vez sí. ¡Claro que sí!”.
Luego resulta que ciertos rezos tibetanos alteran más que el taladro del vecino un domingo de agosto a las siete de la mañana y lo del sábado fue como si el vecino taladrara no ya la pared común sino, directamente, nuestra cabeza. La expulsión, el 0-1, el 0-2 y esos goles cantados que se van al limbo, y el gol anulado; y un córner, y otro córner, y Armero cual ratón, y Domínguez y su zurdita… Y otro córner más, y el portero que se tira porque le duele el reloj, y otro saque de esquina, y otro rechace… Y Bekkouche con la derecha (je) por el único hueco posible después de haber sacado nosotros mismos (¡nosotros mismos!) el balón sobre la línea -árbitro mediante-. Madre de Dios…
Lo que hubiera significado perder no lo sabremos nunca pero nos lo imaginamos perfectamente. “Me veía ya en 2ª RFEF” y “nos van a matar un día”, me decían dos recreativistas de sombrerazo. Como la indignación crecía de forma exponencial las toneladas de rabia acumuladas se fueron también sin mesura con ese gol en el noventaymil que ya nos dejó majaretas perdidos. Cuán necesario soltarlo todo; y cuán necesaria esa victoria así; sí, justo así.
Este equipo ya ha hecho dos muy gordas parecidas y eso no se puede olvidar (nuestras gargantas no lo hacen) ni tampoco se obvian los gambazos vividos ni dónde estamos aún. Recordaba Pérez Reverte que, tras una de esas
horrendas faenas que, a veces, realizaba Curro Romero, un espectador le gritó: “¡Curro, la próxima vez va a venir a verte tu p… madre! Bueno… y yo…”; pues eso, querido Recre: te aseguro que en el próximo partido sólo va a sufrir tu prima y me temo que también usted, querido fiel seguidor albiazul. Bueno… y yo…
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