Antonio Carrasco

Un duro, cinco pesetas

Mi plazoleta

La transición al euro nos confirió una especie de bilingüismo financiero de andar por casa muy útil

Haber conocido la transición de la peseta al euro con cierta edad nos confiere a los afortunados una especie de bilingüismo financiero de andar por casa. Nos moriremos (a ser posible de viejo y sin prisas) haciendo mentalmente los cálculos, la conversión automática con la que todavía de forma inconsciente valoramos si algo es caro o no. Pensamos en euros, consumimos en euros, cobramos en euros y gastamos en euros, pero a la hora de calibrar si merece la pena soy de los que todavía hacen mentalmente aquella regla del 6 para convertir en millones de pesetas los miles de euros.

El euro nos simplificó hasta el lenguaje. Los duros, los veinte duros, las mil pelas (el rey del mundo con un billete verde un sábado en el bolsillo). Teníamos tiendas de los 20 duros, aquellos todo a cien precursores de los bazares de hoy. El euro es frío. No tenemos ni término con el que dirigirnos a sus monedas. De hecho los 'binladen', aquellos sus billetes de 500 que algunos vieron desaparecieron por seguridad (eran máquinas del blanqueo). Debe ser una estrategia para que no le cojamos apego.

Hace unos días me sentí viejo. Por una extraña nostalgia llevo en la cartera dos o tres duros. Los encontré en el fondo de un cajón de casa. Me los eché en el monedero. Aquí siguen como un recuerdo de la infancia. Por las prisas o las semejanzas con algunos céntimos fui a pagar en el súper hace unos días y los solté por error. La joven cajera los miró extraña, los puso a la luz y me los devolvió con una media sonrisa: 'Perdona, pero esta moneda no es de aquí'. Qué mayor me hizo.

De niño mi abuelo me enseñó a calcular en reales. Una peseta cuatro reales. Me preguntaba por los precios de las cosas y yo me entretenía haciendo las cuentas. Un curioso ejercicio mental que nos entretenía bastante. A veces de forma inconsciente lo repito. El euro lleva ya más de 20 años con nosotros. Hay una generación de profesionales completa que no ha conocido otra moneda. Nació, creció y entró en la vida adulta en euros. La peseta les resulta tan familiar como los maravedíes.

Mi joven cajera quizá no sepa que tuvo en sus manos un duro. Eran cinco pesetas. Una reliquia.

stats