
En tránsito
Eduardo Jordá
Un final shakesperiano
Quousque tandem
La mañana del 14 de julio de 1902 un estruendo hizo temblar la plaza de San Marcos de Venecia. El orgulloso Campanile erigido mil años antes, colapsó y se desplomó. Una nube de polvo inundó la Laguna y los venecianos se estremecieron al ver la montaña de escombros a los pies de los briosos Caballos de la Basílica. Durante siglos lo dañaron revueltas y terremotos y como pararrayos natural, miles de relámpagos. Esa primavera surgió una fisura en su pared norte que se abrió hasta provocar el derrumbe. La misma tarde se decidió su rápida reconstrucción y durante la colocación de la primera piedra, el alcalde Grimani pronunció una frase lapidaria: “Dov’era e com’era”, “Donde estaba y como era”.
El Campanile cayó en un suspiro, pero su ruina se gestó lentamente, abonada por la antigüedad de la estructura, su progresivo debilitamiento, las reformas hechas sin esmero, una solidez sobreestimada y el indigno abandono de quienes le debían cuidado; gobernantes y ciudadanos.
También, la degradación de la democracia es un proceso lento, moroso y aparentemente inane, que un día, se acelera sin control hasta parecer imparable por la desidia de una sociedad hábilmente polarizada que se encastilla en la soberbia más cerril y maniquea hasta ver un enemigo irreconciliable en quien piensa distinto. Todo es ruido, barullo, acusaciones al adversario trufadas con loas al compañero, ambas sin espíritu crítico y primando quién y no qué se alaba o denigra. La degradación institucional que sufrimos en España no es fruto tan sólo de la actitud iliberal, insensata y mezquina de este gobierno nacido de una transacción vil y repugnante con unos delincuentes condenados. Durante decenios, los gobiernos nombraron a los suyos para las altas instituciones del Estado, negaron las mismas medidas de regeneración que clamaban y prometían en la oposición, caminaron como funambulistas sobre los límites constitucionales, despreciaron a las Cortes Generales y manosearon al Poder Judicial ante la bovina aquiescencia de la ciudadanía. Hubo de llegar alguien sin escrúpulos ni reparo ético alguno para que las pequeñas grietas se ensancharan hasta amenazar con el colapso. Más pronto que tarde, deberemos reconstruir nuestra democracia “Dov’era e com’era”. O mejor y más fuerte sino queremos a volver a sufrir otro deterioro como este.
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